miércoles, 28 de julio de 2004

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Osvaldo Bayer: Qué fue de Antonio Soto en Chile

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Huelguistas apresados por las tropas de Varela.

El 14 de diciembre (de 1921), luego de cinco interminables días perseguido por el ejercito argentino y los carabineros chilenos, el desmembrado grupo entra en Puerto Natales. Allí, los compañeros de la Federación Obrera esconden a Soto. Pero en ese villorrio, corre peligro de ser descubierto. Los carabineros no se chupan el dedo y saben que el único lugar donde puede haber ido Soto es precisamente Puerto Natales. Por eso hay que sacarlo de Allí. Los sindicalistas chilenos hablan entonces al chofer Ramón Magdalena para que lo lleve en auto hasta Punta Arenas. Pero este se niega. Soto es mala palabra y justamente ese camino está muy vigilado. (Después, el chofer Magdalena confía todo a los carabineros).

Ese mismo día, 23 de diciembre, Soto es escondido en una goleta y llevado a Punta Arenas donde encuentra refugio en el propio edificio de la Federación Obrera Magallánica. Soto quiere a todo trance llegar a Buenos Aires para explicar su actitud en el movimiento patagónico. El escondite de Antonio Soto es denunciado por el señor Eduardo Rodríguez, quien viaja desde Punta Arenas a Río Gallegos y allí hace un escrito al comisario, inspector Fernando Wells, informándole detalladamente acerca del paradero "del sujeto Antonio Soto, conocido como cabecilla del movimiento actual".

El señor Rodríguez sabe mucho, ya que dice que desde el local de la Federación pensaban embarcarlo en el vapor Argentino para Buenos Aires, pero no habiendo llegado a tiempo han resuelto embarcarlo para el norte de Chile a objeto seguramente que dicho sujeto pueda pasar a Mendoza y de ahí a la Capital Federal donde se encuentran sus padres. No bien registrada la alcahuetearía, el gobernador Iza ordena telegrafiar al Prefecto de policía de Punta Arenas. El mismo día 6 de enero se remite el siguiente cable: "Prefecto Policía Punta Arenas. Por informes fidedignos tienese convencimiento de que con procedencia de Natales ha llegado a esa Antonio Soto, cabecilIa principal del movimiento sedicioso. Que se halla refugiado en el local de Federación Obrera, esperando pueda embarcarse para el norte de ese país. Con cargo de reciprocidad encarezco y ruego a usted quiera interesarse en su captura. Saludo a Ud. Atte.

Pero los datos que obtiene posteriormente la gobernación de Santa Cruz, señalan que Soto viaja a Buenos Aires en el "Argentino. Por eso, el capitán Iza remite un urgente telegrama al Prefecto General de Puertos de Buenos Aires: "Por datos confidenciales policía esta se ha informado que en Punta Arenas embarcóse en vapor Argentino, con destino a esa, ocultado por tripulación, sujeto Antonio Soto Canalejo, a quien policía investigaciones esa capital conoce. Este sujeto es principal cabecilla del movimiento sedicioso ocurrido este territorio y cuya detención se procura. Solicito V.S. quiera impartir órdenes del caso, a fin que referido sujeto no eluda vigilancia y pueda ser aprehendido. Agradeciendo cooperación saluda a V.S. Atte".

El gobernador Iza no quiere dejar escapar a Soto, un hombre que podría traer graves perturbaciones al territorio. Por eso, remite otro telegrama a un hombre de confianza de los radicales: el jefe de Investigaciones de la policía de la capital, don Eduardo I. Santiago, donde dice: "Por datos confidenciales tengo conocimiento que en vapor Argentino embarcóse en Punta Arenas con destino a esa Antonio Soto Canalejo, cabecilla principal del movimiento sedicioso en este territorio. Ruego recomendar muy especialmente vigilar la llegada de dicho vapor a fin de ser detenido sujeto aludido y en caso de ser aprehendido enviare en su búsqueda brevedad posible. Encareciéndole a la vez el secuestro de toda la correspondencia que tenga en su poder".

Lo del vapor "Argentino" era una versión que lanzaron los federados chilenos para despistar, pero la situación de Antonio Soto en Punta Arenas se hizo insostenible y los compañeros de la Federación Obrera magallánica le aconsejaron buscar refugio en una zona más alejada. De acuerdo al relato de su viuda, doña Dorotea Cárdenas, los marítimos lo escondieron en un canasto de ropa y así pudo huir de Punta Arenas a Valparaíso en un buque. De allí continuó viaje hasta Iquique, donde trabajó en las salitreras como obrero. Pero lo persiguió la mala suerte, ya que meses después cayó en una olla de caliche sufriendo graves quemaduras en la pierna izquierda. Fue hospitalizado y luego de seis meses de cama, como veía que su cuerpo no sanaba, escapó de allí porque lo tenían inmovilizado.

El sostenía siempre que "la función hace al órgano". Viajó a Valparaíso, donde se puso a trabajar de camionero. En este puerto formó pareja con Amanda Souper y tuvo cuatro hijos: Alba, Antonio, Mario y Amanda y vivió en calle Morus 246. En los primeros años de la década del treinta tiene su domicilio en Santiago y sigue trabajando de camionero. En 1931 su camión fue atropellado por un tren y Antonio Soto sufrió fracturas múltiples de las que también se repuso, aunque por años quedó afectado del pie izquierdo.

En 1933 viaja a Punta Arenas, donde ejerce su oficio de camionero y aguarda tener la oportunidad para regresar a la Argentina. Lo intenta el 5 de julio de 1933. Ese día pasa la frontera y se hospeda en el hotel Miramar, de Río Gallegos. Desde Allí toma contacto con antiguos compañeros y así se prepara el acto que fue un rotundo fracaso. Además de ese puñado de viejos compañeros no había nadie más que policías, que lo vigilaban de cerca. Había más policías que compañeros.

La cosa no anduvo. Es que se vivían otros tiempos. Ahora había que marchar derecho; después del militar Uriburu otro militar estaba en el poder: Agustín P. Justo. Se había iniciado lo que después se conocerá en la Argentina como la Década infame. En Santa Cruz había también un militar: el teniente de corbeta Gregores que movilizó el territorio tras un solo objetivo: trabajar. Todo lo demás sobraba. Cada uno en su puesto: el obrero como obrero, el empleado como empleado, el patrón como patrón. Ideas como igualdad, solidaridad. liberación de la clase trabajadora, no; estaba todo muerto, la revolución rusa había quedado atrás. El anarquismo se había enredado en su propia ingenuidad, en su principio de que el hombre es bueno, en su incapacidad organizativa. El socialismo se había conformado con sus bancas parlamentarias. El comunismo marxista trataba de ubicarse y entender los cambios tácticos ideológicos de Moscú y había caído en poder del zar más poderoso de la historia rusa: Stalin.

¿Qué hacía Soto allí frente a ese muro de cemento que había puesto el tiempo entre las heroicas huelgas que había protagonizado y ese ambiente ordenado semicastrense que reinaba ahora hasta en el ultimo rincón del sur patagónico? El de Soto era nada más que el acto de un desesperado. Y eso que habló como en su mejor discurso. Venía a dar cuenta. "Y todo aquel que perdió un hermano, un hijo o un padre en la huelga y que crea que yo soy el culpable aquí tiene mi pecho, puede sacarse el gusto".

Apostrofó a los policías, señalándoles que ellos eran hijos del pueblo y no debían oponerse a la lucha de los trabajadores por sus reivindicaciones. Por último exhortó a que se volvieran a reunir todos los trabajadores en una sociedad obrera sobre bases anarco-sindicalistas. Estuvo brillante. Era el discurso que había pensado y rumiado durante más de diez años, desde cuando, vencido, pasó a Chile por el Centinela. Pero lo expulsaron sin pena ni gloria. Fue una derrota moral más grande que la de diez años atrás. Más grande porque era la derrota definitiva. Muy atrás habían quedado aquellas interminables columnas huelguistas que el había conducido en las inmensas soledades patagónicas.

Publicidad del teatro Libertad de Antonio Soto.

El minucioso gobernador Gregores no se contentó con echarlo sino que alertó a todas las estancias para que denunciaran si el sujeto Antonio Soto aparecía de nuevo en territorio argentino.Soto enviudará al poco tiempo y se irá a vivir a Puerto Natales. Allí instaló un cine al que puso el nombre de Libertad. Pero como no tenia mucho sentido de los negocios debió dejar el cine porque le tocó un invierno muy nevado y durante siete meses no pudo recibir películas de Santiago. Hasta que volvió a ser lo que era antes: durante muchos años los trabajadores rurales y de los frigoríficos lo eligieron su asesor sindical.

Es interesante el recuerdo que tiene de Soto el señor Federico A. Mau, actual propietario de la Estancia La Querencia. Reproducimos textualmente los párrafos de una carta que envió al autor de esta investigación: "Es cierto, señor Bayer, para contestar a su pregunta, he tenido muchos contactos con el provocador de las huelgas patagónicas, que según recuerdo se llamaba Antonio Soto. Desde el año 1932 al 1942 he sido gerente de la Compañía Frigorífica Natales Ltda., y en esos años se fijaban los Convenios de Trabajo mediante largas discusiones con los representantes del Sindicato de Campos y Frigoríficos de Natales en forma anual. En dichas tratativas conocía al aludido Soto, quien era uno de los dirigentes máximos del aludido sindicato. Me resulta imposible recordar en qué años fue que actuó en el Sindicato, pero quisiera creer que fue entre 1932 y 1935. En las frecuentes y largas discusiones sostenidas con él me daba la impresión de una persona que se manejaba con cautela, como si hubiera estado quemado como gremialista agresivo y fanático, como se lo recordaba en la huelga del 21. Debo decir que en realidad prefería discutir los convenios con Soto antes de muchos otros del Sindicato, pues era mesurado en su conducta y aceptaba razones y se podía llegar a conclusiones. Sin embargo, mi colega, el señor Tomás Dick, gerente del Frigorífico Bories no lo podía ver, pues Antonio Soto le hacía la vida imposible. lgnoro las causas, que conmigo se portaba aceptablemente correcto y con el señor Dick todo lo contrario".

El señor Manuel Enrique Callahan, viejo periodista de Puerto Natales - fue director del diario de esa ciudad durante muchos años - conoció profundamente a Antonio Soto y nos dijo: "era un autodidacta con ideas realmente visionarias, fue siempre consejero del Sindicato de Campos y Frigoríficos y los viejos gremialistas tienen el mejor recuerdo de él. Predicaba el anarcosindicalismo como medio de lucha obrera y filosóficamente era partidario de las ideas anarquistas".

En el mismo Puerto Natales visitamos a don Severo Benítez Olguín, porteño, a quien la huida de estancia la Anita significó un cambio definitivo en su vida. Huyó a Chile el mismo día en que lo hizo Antonio Soto y desde entonces quedó para siempre en esa pequeña ciudad del seno de Ultima Esperanza. Nos relata la ultima asamblea, los esfuerzos que hizo Antonio Soto para que la gente no se rindiera: "Antonio Soto les habló claro de los peligros -nos dice- de pactar con Varela, pero la gente quería rendirse y terminar con la huelga. Después comenzaron a desparramar la versión de que Soto había entregado a sus compañeros. Nada más infame. Fue siempre un hombre bueno, honrado y trabajador, querido por sus compañeros. Pregunte usted en Puerto Natales y en Punta Arenas a todos los que le conocieron, verá con qué cariño le van a hablar de él. En la huelga era un hombre muy joven y tal vez no calculó que todos los intereses se le iban a echar encima. Hay que remarcar que fue una huelga de solidaridad por los presos. Ese fue el verdadero motivo y no otro. El nos decía siempre: Cuando suelten a nuestros presos vamos a entrar a conversar sobre el cumplimiento del convenio.

Pero Varela no permitió dialogar en ningún momento. Entró matando, fusiló a mucha gente de campo que no había cometido absolutamente ningún delito. Se lo digo como argentino. Desde aquel entonces me quedé en Puerto Natales y ya no quise volver".

Isabel Soto Cárdenas durante la inauguración oficial de la sala 
Antonio Soto. Buenos Aires, diciembre del 2011.
En 1936, cuando se declara la guerra civil española, la pasión de Antonio Soto fue ir a España para luchar contra las huestes de Francisco Franco. Pero no pudo ser, su salud no le daba para tanto y debió quedarse. El 5 de marzo de 1938 se casó con una chilota, Dorotea Cárdenas, con quien tendría una hija, Isabel Soto. El matrimonio se traslada en 1945 a Punta Arenas, donde Antonio Soto trabaja como obrero en una fundición donde se arreglaban motores de barco. Luego instaló un puesto de frutas en el mercado. De allí volverán a Punta Arenas para posteriormente trabajar de lo mismo en estancia Penitentes. Su espíritu inquieto lo llevó por fin a radicarse definitivamente en Punta Arenas, donde instaló el restaurante Oquendo.

En ese tiempo fundó el Centro Republicano Español, el Centro Gallego y la filial de la Cruz Roja Internacional. En su restaurante y en su casa, todos los republicanos españoles que fueron llegando después de la segunda guerra mundial encontraron un lugar donde pasar sus primeros días.El periodista de Punta Arenas Osvaldo Wegmann Hansen conoció mucho a Antonio Soto y nos hizo una larga descripción de su carácter y de los últimos años de su vida.

Lo conoció en 1935, en Puerto Natales, cuando tenía el cine Libertad. Nos dice que Soto siempre siguió fiel a sus ideas anarquistas -más bien para el lado del anarco sindicalismo- y tenía una característica especial al hablar: se lo pasaba echando "garabatos"; es decir, maldiciones, que siempre empezaban con "me cago en-...", que afectaban siempre al buen Dios. Luego, ya en Punta Arenas, lo visitaba a menudo en el Oquendo, que se caracterizaba por la buena comida, pero Soto, el dueño, se lo pasaba en una mesa leyendo diarios, revistas y libros o discutiendo sobre política, de modo que por lo general los clientes se servían por su cuenta, como en una comuna anarquista. "Como era antifranquista a muerte le hacíamos bromas con Franco que como él, había nacido en el Ferrol.

Una vez estuvo en Punta Arenas el historiador español Leopoldo Castedo, gallego como él y republicano, y los presenté. Nos reímos porque casi se pelean entre ellos, en circunstancias en que estaban de acuerdo. Pero se trataba de gritar, como buenos españoles. El restaurante de Soto era algo así como una peña de periodistas y escritores cuando llegaban por Punta Arenas, porque los pocos que escribimos en esta ciudad los llevábamos a lo de Soto y el viejo los atendía como a reyes. Soto era un hombre de muy buen humor, se lo pasaba haciendo chistes pero era más cerrado que una ostra y nunca hablaba de su pasado. Rara vez me dijo: el año tal, en la Argentina... o en el norte de Chile, ocurrió tal cosa. A menudo echaba un trago de tinto con un porrón de vidrio, al estilo español. Era sobrio pero le gustaba tomar su trago sobre todo al almuerzo.

También conocí a dos huelguistas que se refugiaron en Chile: Abelardo Riera y Joaquín Argüelles, eran unos españoles alegres y charladores, pero tampoco nunca hablaron de los sucesos del 21. Soto era un entusiasta de los pic-nics al aire libre. Varias veces salimos con periodistas amigos y él. y charlábamos y reíamos con sus continuas bromas. Íbamos a las tierras donde estuvo Puerto Hambre. Yo le puse su nombre a uno de los personajes de un libro que escribí sobre la colonización española del Estrecho de Magallanes. El libro se llama "El camino del hambre" y Allí describo la personalidad de Antonio Soto, figurándomelo en otro tiempo, con sus salidas, sus puteadas, su carácter rebelde y su hombría sobre todo en los momentos difíciles. Pero Soto no alcanzó a leer mi libro porque falleció antes de su publicación". Pero su salud precaria no le permitió seguir adelante con el restaurante y dejó este por un pequeño hotel, la pensión Soto, en la calle Ecuatoriana.

Al mismo tiempo se ayudaba haciendo fletes con un camión desde el muelle.En 1962 dejó todo trabajo y un año después, el 11 de mayo de 1963 fallece en Punta Arenas por una trombosis cerebral, a los 65 años de edad. He tenido en mis manos las fotos del sepelio. Una verdadera multitud lo acompañó, encabezando el cortejo las banderas de la Cruz Roja, el Centro Republicano y del Centro Gallego. Columnas de estudiantes les seguían, ya que Soto había sido un hombre muy querido en el ambiente estudiantil, una especie de consejero político siempre dispuesto a aconsejarlos.Con su muerte se perdió un valioso testimonio de las huelgas patagónicas. Sabemos por su viuda que él había escrito pacientemente un libro sobre los sucesos, pero el original se le quemó en el incendio de su cuarto en Puerto Natales, donde perdió todas sus pertenencias. Y esto lo desalentó tanto que no quiso volver a reconstruir lo escrito.

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