viernes, 29 de julio de 2005

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Homenaje a Marino Muñoz Lagos

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Vemos en la fotografía al poeta ruso Evgueni Evtuchenko, 
junto a Marino Muñoz Lagos en su visita a Puerto Natales.

Quiero agradecer la oportunidad de regresar a Punta Arenas y participar en este homenaje que siento como un genuino acto de justicia hacia un poeta que llega a sus ochenta años con la frente en alto, orgulloso de su fidelidad al oficio poético aprendido en su tierra natal de Mulchén y en la Escuela Normal de Victoria.

Los mejores homenajes son aquellos que se brindan en forma oportuna y contribuyen a dignificar la obra del escritor. Obra que habitualmente recorre caminos marginales en nuestro país, que se dice tierra de poetas, pero en verdad carece de lectores que la asuman como un ejercicio cotidiano de comunidad y diálogo. El medio literario nacional abunda en ejemplos de creadores que han sido olvidados, y sin ir más lejos, el poeta magallánico Rolando Cárdenas aún espera en Santiago un gesto de sus coterráneos para regresar a su tierra, al paisaje austral que con tanto acierto y belleza cantó.

Los poetas -y nuestro homenajeado es un ejemplo de ello- contribuyen a fijar la memoria emotiva de un pueblo, a templar su lenguaje y a nombrar las cosas y los personajes que le dan identidad. Por eso, siento que el homenaje de hoy es oportuno y necesario, porque, parafraseando lo que escribiera Nicomedes Guzmán en un prólogo que ya carga algunos años desde su publicación, la sensibilidad de Marino Muñoz Lagos ha estado y está al servicio de Chile, y en particular, me permito añadir, de Magallanes.

Muñoz Lagos está sólidamente arraigado a la más rica tradición de la poesía magallánica y del sur de Chile, a la que ha entregado su vida de poeta y también de infatigable difusor del trabajo de otros escritores, a través de sus crónicas en "La Prensa Austral", con una generosidad y continuidad poco frecuente en el panorama de las letras chilenas. Dudo que exista en Magallanes un autor que no le adeude algunas líneas de estímulo, un consejo y por qué no, algún juicio crítico siempre útil en ese aprendizaje permanente que es la escritura. También puedo dar fe del aprecio que generan sus columnas en escritores de otros rumbos y como al dibujarse el mapa de la geografía poética nacional, su nombre brota de inmediato, incuestionable.

Y como no recordar, su fructífera labor a la cabeza de la Sociedad de Escritores de Magallanes, materializada en la edición por más de un año del suplemento literario de la misma sociedad, la creación de la editorial de autores regionales, y la publicación de una de las más completas antologías existente hasta hoy de cuentistas y poetas de la zona. Los escritores valen por la calidad de sus obras, y también por los esfuerzos que despliegan para unir a sus pares y proyectar sus creaciones. Y en estos dos sentidos, sin duda alguna Marino Muñoz Lagos ha dado más de una enseñanza, sobre todo en estos tiempos de individualismos y de muchas tareas pendientes para reactivar el amor por los libros, por la palabra escrita tantas veces condenada a perecer y sin embargo, tantas veces victoriosa, unida al origen del hombre, a su historia y a sus valores más preciados.

Poeta de nacimiento y profesor por vocación, Muñoz Lagos se afincó el año 1948 en la ciudad de Punta Arenas, y nunca más se ha alejó de ella, sentando fuertes raíces familiares y poéticas a orillas del Estrecho de Magallanes. Como no entonces, compartir este homenaje con su esposa, doña Lala y su hijo Marino Andrés, que son el núcleo esencial de los afectos que han acompañado al poeta. Desde entonces, junto a su derrotero de maestro de varias generaciones de puntarenenses, Marino Muñoz, no está de más recordarlo en esta ocasión, ha construido una voz lírica respetada por sus pares y recogida en numerosas antologías y revistas publicadas en Chile y el extranjero. Su obra como sabemos se inició en 1949 con el libro "Un hombre asoma por el rocío", y ha proseguido, entre otros, con los títulos: "El solar inefable" "Dos cantos", "Chile a través de sus poetas", "Los rostros de la lluvia", "Entre adioses y nostalgias", "De distancias y soledades"; y "La muerte sobre el trébol" libro editado el presente año y que reúne algunos de sus más apreciados poemas.

A estos títulos, y sin pretender ser exhaustivo en el recuento, se unen otros libros, como "Crónicas del diario soñar" y "Crónicas de sur a norte" en los que Muñoz Lagos revive anécdotas de sus andanzas con escritores como Nicomedes Guzmán, Pablo De Rokha, Mario Ferrero y Pablo Neruda; fragmentos de la vida magallánica de antaño y apuntes sobre las obras de un vasto conjunto de escritores y poetas. Estas crónicas muestran otra faceta del trabajo de Muñoz Lagos, la del testigo y protagonista de la vida literaria y social de la región.

Muñoz Lagos ha dicho que su poesía es "inevitablemente humana, auténticamente provincial y emotivamente familiar". Un certero resumen para comprender las claves de su andadura poética en la que emergen, una y otra vez, distintos elementos del quehacer y de las vivencias cotidianas y terrestres del poeta. Los versos de Muñoz Lagos, lo he dicho en otras ocasiones, tienen al mismo tiempo la suavidad de la nieve y el ímpetu del viento que ha acompañado su existencia. Su poesía, en apariencia sencilla, tiene la vitalidad del poeta sensible que sabe captar la anónima biografía de sus semejantes y recrear en logradas metáforas el rigor o las bondades del entorno geográfico en que habita. Sus temas suelen ser familiares. El padre como eterno diálogo con la vida, la madre que arrulla los afectos, el vino fraterno, el paisaje, el amor, los recuerdos de la infancia, el lar de origen. Sus versos hablan de pescadores y artesanos, del pan familiar, de los bares donde brindan los amigos, de la lluvia que empapa las mantas de castilla, de viajeros solitarios que se juegan al naipe sus destinos y de los fantasmas azules de la nieve. Muñoz Lagos es el poeta de la nostalgia y del hombre enfrentado a sus tareas cotidianas. Sus textos dan cuenta de una artesanía laboriosa que decanta los versos hasta dotarlos de una pureza que refleja la fibra de un poeta con voz propia, segura, reconocible. En él, y para decirlo al correr de uno de sus versos: "La poesía enseña sus secretos (...) y hacen suyos la emoción y el entendimiento".
Conocí a Marino Muñoz Lagos a comienzo de la década de los años ochenta y desde entonces hemos mantenido una amistad férrea, alimentada con cartas, libros y largas conversaciones en Santiago o en su cálido hogar de Punta Arenas, donde siempre encontramos las palabras adecuadas para recordar a los amigos y hablar de la literatura que nos apasiona. En la memoria conservo una noche santiaguina, en la que al calor de unas copas, el también muy querido poeta magallánico Rolando Cárdenas nos emocionó con la declamación del poema de Marino "Retrato vivo de mi padre muerto". "Lo conocí de cerca. Lo traté tantas veces. Conversamos del tiempo, del trigo y de la esperanza", termina diciendo ese poema, uno de los más bellos de la poesía chilena en torno a la figura del padre. También recuerdo otro momento, más reciente, cuando tuve la oportunidad de acompañarlo en el lanzamiento capitalino de la edición bilingüe de su libro "Los rostros de la lluvia", fruto de la traducción efectuada por el profesor estadounidense David Petreman; o una noche de amistad en la añosa Casa del Escritor, junto a Jorge Teillier que en su poema "Blasón de la Frontera" establece que: "desde un finisterrae sueña Muñoz Lagos en volver a asomarse en Mulchén al rocío"; o por último, esos días maravillosos que compartimos durante el Encuentro de Escritores Magallánicos del año 1982, junto a queridos escritores como Francisco Coloane, Rolando Cárdenas, Oresthe Plath y Osvaldo Wegmann, por mencionar solo a cuatro de los que ya no están con nosotros, pero que de seguro habrían alzado jubilosos sus voces en este acto, porque en distintas épocas compartieron amistades y afanes.

A Muñoz Lagos le agradezco su generosidad para compartir su experiencia, sus conocimientos literarios, su amistad ilimitada. En su poesía encuentro imágenes de mi tierra natal con las que me conmuevo e identifico, y más allá de eso, el sello de un gran poeta que, en verdad, es injusto limitar a un espacio geográfico o a una tendencia poética. La poesía de Marino Muñoz Lagos está destinada desde hace mucho tiempo a permanecer entre nosotros, a ser un referente en la poesía chilena, y esta noche no me queda más que brindar por sus primeros ochenta años y agradecerle el fuego inclaudicable de su poesía, su generosidad de camarada en la ruta, su ejemplo de hombre justo y sereno.

Ramón Díaz Eterovic
Teatro Municipal de Punta Arenas.
Martes 19 de julio de 2005.

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