En 1741, John Byron, abuelo del insigne poeta inglés lord Byron, describía a los chilotes como muy caritativos, sus mujeres bonitas y a las papas de Chiloé...como las más hermosas del mundo.
Chiloé y sus rosarios de islas circundantes es una de aquellas comarcas de chile que presenta al viajero una gran riqueza de aspectos agradables que lo impactan cuando llega hasta sus pintorescos lugares, pueblos y ciudades.
Tal visión ocurrió cuando aquellos viajeros de antaño, en los tiempos en que la isla de Chiloé pertenecía aún al Virreinato del Perú y debía defenderse de los ataques de los fieros corsarios y piratas que en busca de un trofeo apetitoso atacaban los puertos y ciudades dependientes de sus Majestades Católicas en los confines del Pacifico americano.
Fue así que ciudades como Ancud se vieron obligadas a construir edificaciones que las protegieran y defendieran de estos ataque certeros y sorpresivos donde inglese y holandeses trataban de encontrar, a través de saqueo y las actividades de corso, algún beneficio para sus expediciones navales. La idea era regresar con las bodegas de sus buques llenas de riquezas, representadas en el oro y la plata que producían las colonias españolas.
Dentro de este contexto fueron varias las expediciones de países enemigos de España, especialmente ingleses que en un momento vislumbraron la idea de conquistar para sus soberanos estos rincones sureños de la corona española.
Una de esas expediciones fue la escuadra que comandó Lord Anson con el intento de asestar un golpe formidable a los dominios españoles en el Pacífico. Formaban esta escuadra los navíos Centurión de sesenta y cuatro cañones y cuatrocientos hombres, nave insignia del almirante; Gloucester y Savem de cincuenta; las fragatas Pearl de cuarenta cañones y Wager de veintiocho cañones y dos naves menores, Trial y Ana.
Contra esta escuadra zarpó otra, comandada por el almirante Pizarro, compuesta de cuatro navíos y una fragata de línea con doscientos ochenta cañones y tres mil hombres de expedición.
Hacia fines de 1741 ambas escuadras llegaron a la altura del Cabo de Hornos, encontrándose con una de las peores odiseas de que se recuerda en los anales de la navegación. De la escuadra del almirante Pizarro sólo retornó a la patria la nave Asia, quedando sepultadas en las profundidades cercanas al Cabo de Hornos el resto de las naves o en las costas americanas.
La escuadra de Lord Anson corrió igualmente una tragedia parecida, logrando solo llegar a la patria el Centurión después de una gran cantidad de vicisitudes, que serían materia de otro artículo.
Para el caso pertinente que nos interesa, es menester llamar la atención sobre el naufragio de la Wager ocurrido el 14 de mayo de 1741 en el sector septentrional del archipiélago de las Guayanecos, al sur del Golfo de Penas. De este naufragio nos llama la atención las opciones escritas por john Byron, en ese tiempo guardiamarina de la Real Armada Británica y que más tarde llegaría a ocupar importantes cargos y misiones encomendadas por el almirantazgo británico.
Refiriéndose a su primer encuentro con los habitantes autóctonos de la Isla de Chiloé, señala Byron que estos indígenas les dieron abundante comida, ya que su aspecto debió ser muy lastimero, pues ya llevaban navegando varios días en una canoa en compañía de probablemente chonos. Es así que aunque era de noche, mataron una oveja con la que hicieron un caldo y además cocinaron una tortilla de cebada. A la mañana aparecieron las mujeres, trayendo cada una de ellas algo para comer; ya sea un pucherito de caldo de ave o cordero, papas huevos y otros comestibles. Hacia la noche trajeron además jarros de un licor que él recordó que llamaban chicha. Elaborados con granos de cebada.
Refiriéndose a estos indios de Chiloé, Byron expresa que son fuertes y bien formados, extremadamente hermosos de facciones, tanto hombres como mujeres ...y muy cuidadosos del aseo de sus personas. El cabello se lo peinan muy liso y se lo amarran junto al cuello, formando un moño, usando algunos de ellos un sombrero confeccionado por ellos mismos. Por su parte las mujeres usan unas camisas sin mangas, similares a los de los varones, y en cima un pedazo cuadrado de paño, que se sujetan con un gran alfiler de plata. También ellas cuidan su cabellera, usando un cintillo muy apretado a la frente y anidado por detrás.
Cautiverio en Castro...
En esta etapa de su permanencia obligada, John Byron entrega interesantes informaciones sobre Chiloé y su gente, todas ellas de importante valor histórico, ya que no son muchos los antecedentes que se tienen sobre el periodo colonial, especialmente cuando vienen de la observación de un extranjero.
Al llegar a Castro, Byron y los demás ingleses fueron recibidos por el así llamado Corregidor, quién al verlos en tan misérrima condición, ordenó que se les diera de comer, sirviéndoseles aves y jamón frío. Desde ya sabemos que tanto las aves como los cerdos eran platos cotizados dentro de la mesa chilota. De su prisión en Castro, que fue establecida en convento jesuita Byron recuerda los sonidos de la campana para ir a comer y el silencio extenso que se prolongaba durante todo el día y la noche.
Desde castro los prisioneros fueron trasladados hasta Chacao por un grupo de jinetes, de los cuales Byron expresa en sus relatos que no usaban zapatos sino que polainas que llegaban hasta los pies. Todos llevaban unas enormes espuelas, tanto de platas de cobre, que producían al caminar un fuerte sonido. La apariencia de estos hombres era gallarda y fornida, como eran agrega- todos los españoles nacidos en esta isla.
Después de tras días de navegación, previa jornadas ecuestres, lograron llegar hasta Chacao por ser las corrientes muy fuertes en esa zona, siendo más tarde presentados ante el gobernador, quién los hacia invitar todos los días a comer.
En algunos párrafos de su descripción y relato, Byron señala que las gentes del lugar eran muy caritativas y de buena índole. La lengua que se hablaba con mucha amplitud era indígena, inclusive entre los españoles, los que explicaban que era más bonita que su propio idioma.
Describiendo a las mujeres Byron dice que tienen la tez fina y muchas de ellas son hermosas, inclusive tienen buenas voces y puntean un poco la guitarra. Algo que le llamó poderosamente la atención fue la costumbre desagradable, según sus propias palabras, es el hecho de que fumaran tabaco por medio de una gran pipa de madera. Para ello dan unas tres chupadas, metiendo la cabeza debajo de la capa, para que no se les escape el humo aspirándolo posteriormente. Una vez hecho esto, se la pasa a la dama que está a su lado y así sucesivamente.
Entre las comidas y su contenido recuerda Byron el consumo de papas, que según su opinión son las más hermosas del mundo, las cuales comunmente consumen asadas al rescoldo, pelándolas y reemplazando al pan. Además crían mucho el chancho, abasteciendo a Chile y Perú con sus jamones. Un aspecto que resalta sobre este tópico es en su comercio, basados en sus productos de exportación, que son, repetimos, jamones, manteca de puerco, que se consume en toda Sudamérica, en vez de la mantequilla; la madera de cedro que la cortan los indígenas al pie de la montaña; cofrecitos tallados donde las damas españolas guardan sus labores; además de carpetas, colchas y ponchos usados tanto en Chile como en Perú por gentes de alta posición como por otras, especialmente por los jinetes que lo prefieren a la cascada. Su unión mercantil con el resto del continente se produce vía marítima por medio de un navío que llega generalmente una vez al año y con mercancías dirigidas especialmente a los jesuitas. Como articulo de bebida usa mucho la yerba mate del Paraguay.
Las damas de la sociedad chilota expresa nuestro informante- raras vez acostumbran a utilizar medias y zapatos cuando andan en casa, guardándolos para situaciones especiales; inclusive caminan a pie descalzo por las calles, en medio del agua y del barro, colocándose las medias y zapatos solo al entrar a la iglesia y sacándoselos una vez que salen. Siendo ellas muy bonitas, tienen la costumbre de pintarse el rostro en forma exagerada, lo que las desmerece.
Hasta aquí algunas opiniones sobre Chiloé y sus habitantes que expresa John Byron, que al momento de su estada en Chiloé era muy joven, pero una vez liberado y retornado a Inglaterra llegara a ocupar con los años, importantes puestos en la marina real británica. Estas apreciaciones son significativas para ver y analizar las costumbres de los habitantes de Chiloé y que muchas de ellas han perdurado en el tiempo, llegando hasta la región patagónica y magallánica, donde se han trasladado tantos habitantes de esa gran isla de Chiloé.
Chiloé y sus rosarios de islas circundantes es una de aquellas comarcas de chile que presenta al viajero una gran riqueza de aspectos agradables que lo impactan cuando llega hasta sus pintorescos lugares, pueblos y ciudades.
Tal visión ocurrió cuando aquellos viajeros de antaño, en los tiempos en que la isla de Chiloé pertenecía aún al Virreinato del Perú y debía defenderse de los ataques de los fieros corsarios y piratas que en busca de un trofeo apetitoso atacaban los puertos y ciudades dependientes de sus Majestades Católicas en los confines del Pacifico americano.
Fue así que ciudades como Ancud se vieron obligadas a construir edificaciones que las protegieran y defendieran de estos ataque certeros y sorpresivos donde inglese y holandeses trataban de encontrar, a través de saqueo y las actividades de corso, algún beneficio para sus expediciones navales. La idea era regresar con las bodegas de sus buques llenas de riquezas, representadas en el oro y la plata que producían las colonias españolas.
Dentro de este contexto fueron varias las expediciones de países enemigos de España, especialmente ingleses que en un momento vislumbraron la idea de conquistar para sus soberanos estos rincones sureños de la corona española.
Una de esas expediciones fue la escuadra que comandó Lord Anson con el intento de asestar un golpe formidable a los dominios españoles en el Pacífico. Formaban esta escuadra los navíos Centurión de sesenta y cuatro cañones y cuatrocientos hombres, nave insignia del almirante; Gloucester y Savem de cincuenta; las fragatas Pearl de cuarenta cañones y Wager de veintiocho cañones y dos naves menores, Trial y Ana.
Contra esta escuadra zarpó otra, comandada por el almirante Pizarro, compuesta de cuatro navíos y una fragata de línea con doscientos ochenta cañones y tres mil hombres de expedición.
Hacia fines de 1741 ambas escuadras llegaron a la altura del Cabo de Hornos, encontrándose con una de las peores odiseas de que se recuerda en los anales de la navegación. De la escuadra del almirante Pizarro sólo retornó a la patria la nave Asia, quedando sepultadas en las profundidades cercanas al Cabo de Hornos el resto de las naves o en las costas americanas.
La escuadra de Lord Anson corrió igualmente una tragedia parecida, logrando solo llegar a la patria el Centurión después de una gran cantidad de vicisitudes, que serían materia de otro artículo.
Para el caso pertinente que nos interesa, es menester llamar la atención sobre el naufragio de la Wager ocurrido el 14 de mayo de 1741 en el sector septentrional del archipiélago de las Guayanecos, al sur del Golfo de Penas. De este naufragio nos llama la atención las opciones escritas por john Byron, en ese tiempo guardiamarina de la Real Armada Británica y que más tarde llegaría a ocupar importantes cargos y misiones encomendadas por el almirantazgo británico.
Refiriéndose a su primer encuentro con los habitantes autóctonos de la Isla de Chiloé, señala Byron que estos indígenas les dieron abundante comida, ya que su aspecto debió ser muy lastimero, pues ya llevaban navegando varios días en una canoa en compañía de probablemente chonos. Es así que aunque era de noche, mataron una oveja con la que hicieron un caldo y además cocinaron una tortilla de cebada. A la mañana aparecieron las mujeres, trayendo cada una de ellas algo para comer; ya sea un pucherito de caldo de ave o cordero, papas huevos y otros comestibles. Hacia la noche trajeron además jarros de un licor que él recordó que llamaban chicha. Elaborados con granos de cebada.
Refiriéndose a estos indios de Chiloé, Byron expresa que son fuertes y bien formados, extremadamente hermosos de facciones, tanto hombres como mujeres ...y muy cuidadosos del aseo de sus personas. El cabello se lo peinan muy liso y se lo amarran junto al cuello, formando un moño, usando algunos de ellos un sombrero confeccionado por ellos mismos. Por su parte las mujeres usan unas camisas sin mangas, similares a los de los varones, y en cima un pedazo cuadrado de paño, que se sujetan con un gran alfiler de plata. También ellas cuidan su cabellera, usando un cintillo muy apretado a la frente y anidado por detrás.
Cautiverio en Castro...
En esta etapa de su permanencia obligada, John Byron entrega interesantes informaciones sobre Chiloé y su gente, todas ellas de importante valor histórico, ya que no son muchos los antecedentes que se tienen sobre el periodo colonial, especialmente cuando vienen de la observación de un extranjero.
Al llegar a Castro, Byron y los demás ingleses fueron recibidos por el así llamado Corregidor, quién al verlos en tan misérrima condición, ordenó que se les diera de comer, sirviéndoseles aves y jamón frío. Desde ya sabemos que tanto las aves como los cerdos eran platos cotizados dentro de la mesa chilota. De su prisión en Castro, que fue establecida en convento jesuita Byron recuerda los sonidos de la campana para ir a comer y el silencio extenso que se prolongaba durante todo el día y la noche.
Desde castro los prisioneros fueron trasladados hasta Chacao por un grupo de jinetes, de los cuales Byron expresa en sus relatos que no usaban zapatos sino que polainas que llegaban hasta los pies. Todos llevaban unas enormes espuelas, tanto de platas de cobre, que producían al caminar un fuerte sonido. La apariencia de estos hombres era gallarda y fornida, como eran agrega- todos los españoles nacidos en esta isla.
Después de tras días de navegación, previa jornadas ecuestres, lograron llegar hasta Chacao por ser las corrientes muy fuertes en esa zona, siendo más tarde presentados ante el gobernador, quién los hacia invitar todos los días a comer.
En algunos párrafos de su descripción y relato, Byron señala que las gentes del lugar eran muy caritativas y de buena índole. La lengua que se hablaba con mucha amplitud era indígena, inclusive entre los españoles, los que explicaban que era más bonita que su propio idioma.
Describiendo a las mujeres Byron dice que tienen la tez fina y muchas de ellas son hermosas, inclusive tienen buenas voces y puntean un poco la guitarra. Algo que le llamó poderosamente la atención fue la costumbre desagradable, según sus propias palabras, es el hecho de que fumaran tabaco por medio de una gran pipa de madera. Para ello dan unas tres chupadas, metiendo la cabeza debajo de la capa, para que no se les escape el humo aspirándolo posteriormente. Una vez hecho esto, se la pasa a la dama que está a su lado y así sucesivamente.
Entre las comidas y su contenido recuerda Byron el consumo de papas, que según su opinión son las más hermosas del mundo, las cuales comunmente consumen asadas al rescoldo, pelándolas y reemplazando al pan. Además crían mucho el chancho, abasteciendo a Chile y Perú con sus jamones. Un aspecto que resalta sobre este tópico es en su comercio, basados en sus productos de exportación, que son, repetimos, jamones, manteca de puerco, que se consume en toda Sudamérica, en vez de la mantequilla; la madera de cedro que la cortan los indígenas al pie de la montaña; cofrecitos tallados donde las damas españolas guardan sus labores; además de carpetas, colchas y ponchos usados tanto en Chile como en Perú por gentes de alta posición como por otras, especialmente por los jinetes que lo prefieren a la cascada. Su unión mercantil con el resto del continente se produce vía marítima por medio de un navío que llega generalmente una vez al año y con mercancías dirigidas especialmente a los jesuitas. Como articulo de bebida usa mucho la yerba mate del Paraguay.
Las damas de la sociedad chilota expresa nuestro informante- raras vez acostumbran a utilizar medias y zapatos cuando andan en casa, guardándolos para situaciones especiales; inclusive caminan a pie descalzo por las calles, en medio del agua y del barro, colocándose las medias y zapatos solo al entrar a la iglesia y sacándoselos una vez que salen. Siendo ellas muy bonitas, tienen la costumbre de pintarse el rostro en forma exagerada, lo que las desmerece.
Hasta aquí algunas opiniones sobre Chiloé y sus habitantes que expresa John Byron, que al momento de su estada en Chiloé era muy joven, pero una vez liberado y retornado a Inglaterra llegara a ocupar con los años, importantes puestos en la marina real británica. Estas apreciaciones son significativas para ver y analizar las costumbres de los habitantes de Chiloé y que muchas de ellas han perdurado en el tiempo, llegando hasta la región patagónica y magallánica, donde se han trasladado tantos habitantes de esa gran isla de Chiloé.
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