Porfirio Pillampel Culco (brujo de Ancud). |
Así se titula el libro de la escritora Umiliana Cárdenas Saldivia, maestra rural del archipiélago de Chiloé, quien ha recopilado y escrito historias sobre "este hombre embaucador, del cual se dice que tiene pacto con el diablo", según lo define en la introducción de este interesante trabajo que contribuye a la diversidad de la rica mitología de esta isla del sur chileno.
Para ser brujo dice la autora hay que cumplir algunos requisitos, entre otros, "permanecer durante cuarenta noches consecutivas recibiendo en la cabeza el agua de un río thraiguén para que se le borre el bautismo"; "hacerse fletas con aceite de cristiano, extraído de los cadáveres"; "matar a uno de sus familiares más queridos". Los brujos poseen poderes de acuerdo a la creencia general que viene de la Antigüedad, la Edad Media. Entre los siglos XIII hasta el XVII se les persiguió sometiéndolos a suplicios. Son preferidos los indios, después los mestizos y los blancos deben pagar elevadas sumas de dinero para serlo, a la cofradía, según nos cuenta Umiliana Cárdenas.
Sus poderes son los siguientes: "Pueden volar"; "pueden transformarse en el animal que deseen"; "pueden provocar el sueño a otras personas"; "pueden abrir puertas"; "pueden hacer crecer o decrecer las aguas de los ríos, según les convenga"; "ocasionan enfermedades"; "matan"; "sajan a las personas, ya sea para causarles daño o para utilizar su sangre para firmar los decretos de muerte".
A las personas que tienen la sangre fuerte, no pueden hacerle daño. Para saber quien le tiró el mal, hay que ir a la "Mayoría" donde a través del "Revisorio" o "Mapa" se ve quien le lanzó el "mal", "la rociada" o "el flechazo". El brujo que causa el mal o la muerte desde la distancia se le da el nombre de "Artillero" o "Flechero".
Los brujos son los enemigos más temidos de las familias chilotas. Son envidiosos y tratan de hacer daño a las personas más acomodadas, según la creencia popular.
Umiliana Cárdenas nos cuenta diversos casos, como el de una maestra de escuela que tuvo que abonar una cantidad de dinero a la "Mayoría" o "Casa Grande", como seguro de vida y muestra un documento escrito a mano firmado por ella y los Jefes. Para hacerse Brujo en la Isla de Huar, dice la escritora chilota, hay que besar el poto del chivo que está custodiando la cueva de Quicaví; tiene que barrer con una pichana de arrayán una pieza con piso de tierra, sin dejarle un polvito. Si cumple bien estas pruebas le colocan el "chaleco" y para volar tiene que decir ticruco, ticruco, varias veces; una vez en los aires y si quiere descender tiene que decir ticraco, ticraco, hasta tocar tierra, con lo cual ya queda incluido en la brujería.
Y muchas otras historias como la ocurrida en la isla de Quenac, donde nació el poeta Jorge Velásquez, donde un brujo fue descubierto haciendo el mal a la esposa de un vecino. Al ser sorprendido prometió "mejorarla" a condición de que nunca contaran que el era un brujo. Se trataba de un connotado lugareño. La señora comenzó a vomitar sardinas ya descompuestas en gran cantidad y no había comido sardinas. La mujer sanó y el marido contó esta historia a Umiliana Cárdenas porque el brujo está bajo tierra hace mucho tiempo. Libro ameno que contiene un glosario de palabras relacionadas con estos seres y donde la escritora narra que la soledad, el aislamiento, hacen que los chilotes dejen "correr su imaginación" inventando, creando historias que hace más llevaderas sus días y noches de lluvia.
Este libro fue publicado en Santiago por Editorial Universitaria, 2006. La edición estuvo al cuidado del escritor Eugenio García Díaz y la portada e ilustraciones pertenecen a Guillermo Grez. Los textos fueron transcritos por Sofía Mansilla Cárdenas. La autora ha dedicado su vida a recopilar historias de su pueblo.
Para ser brujo dice la autora hay que cumplir algunos requisitos, entre otros, "permanecer durante cuarenta noches consecutivas recibiendo en la cabeza el agua de un río thraiguén para que se le borre el bautismo"; "hacerse fletas con aceite de cristiano, extraído de los cadáveres"; "matar a uno de sus familiares más queridos". Los brujos poseen poderes de acuerdo a la creencia general que viene de la Antigüedad, la Edad Media. Entre los siglos XIII hasta el XVII se les persiguió sometiéndolos a suplicios. Son preferidos los indios, después los mestizos y los blancos deben pagar elevadas sumas de dinero para serlo, a la cofradía, según nos cuenta Umiliana Cárdenas.
Sus poderes son los siguientes: "Pueden volar"; "pueden transformarse en el animal que deseen"; "pueden provocar el sueño a otras personas"; "pueden abrir puertas"; "pueden hacer crecer o decrecer las aguas de los ríos, según les convenga"; "ocasionan enfermedades"; "matan"; "sajan a las personas, ya sea para causarles daño o para utilizar su sangre para firmar los decretos de muerte".
A las personas que tienen la sangre fuerte, no pueden hacerle daño. Para saber quien le tiró el mal, hay que ir a la "Mayoría" donde a través del "Revisorio" o "Mapa" se ve quien le lanzó el "mal", "la rociada" o "el flechazo". El brujo que causa el mal o la muerte desde la distancia se le da el nombre de "Artillero" o "Flechero".
Los brujos son los enemigos más temidos de las familias chilotas. Son envidiosos y tratan de hacer daño a las personas más acomodadas, según la creencia popular.
Umiliana Cárdenas nos cuenta diversos casos, como el de una maestra de escuela que tuvo que abonar una cantidad de dinero a la "Mayoría" o "Casa Grande", como seguro de vida y muestra un documento escrito a mano firmado por ella y los Jefes. Para hacerse Brujo en la Isla de Huar, dice la escritora chilota, hay que besar el poto del chivo que está custodiando la cueva de Quicaví; tiene que barrer con una pichana de arrayán una pieza con piso de tierra, sin dejarle un polvito. Si cumple bien estas pruebas le colocan el "chaleco" y para volar tiene que decir ticruco, ticruco, varias veces; una vez en los aires y si quiere descender tiene que decir ticraco, ticraco, hasta tocar tierra, con lo cual ya queda incluido en la brujería.
Y muchas otras historias como la ocurrida en la isla de Quenac, donde nació el poeta Jorge Velásquez, donde un brujo fue descubierto haciendo el mal a la esposa de un vecino. Al ser sorprendido prometió "mejorarla" a condición de que nunca contaran que el era un brujo. Se trataba de un connotado lugareño. La señora comenzó a vomitar sardinas ya descompuestas en gran cantidad y no había comido sardinas. La mujer sanó y el marido contó esta historia a Umiliana Cárdenas porque el brujo está bajo tierra hace mucho tiempo. Libro ameno que contiene un glosario de palabras relacionadas con estos seres y donde la escritora narra que la soledad, el aislamiento, hacen que los chilotes dejen "correr su imaginación" inventando, creando historias que hace más llevaderas sus días y noches de lluvia.
Este libro fue publicado en Santiago por Editorial Universitaria, 2006. La edición estuvo al cuidado del escritor Eugenio García Díaz y la portada e ilustraciones pertenecen a Guillermo Grez. Los textos fueron transcritos por Sofía Mansilla Cárdenas. La autora ha dedicado su vida a recopilar historias de su pueblo.
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