miércoles, 2 de agosto de 2006

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El fútbol y el Espíritu Santo

2 comentarios


Cuando yo era niño, tenía un mundo por jugar; sobre todo fútbol, los días eran largos y amables. Las nubes sobre el cielo de la Patagonia, el horizonte lleno de goles. El juego del trompo y la bolita no podían esperar. También el jueguito del zuncho, que se hacía con el cintillo que traían los barriles de vino, acompañábamos al zuncho con un alambre con vueltita y lo girábamos y girábamos. El frenesí de jugar en la Patagonia. Todo se reducía a una sola cosa. Jugar. También cazar pajaritos con hondas, una maderita con forma de Y, dos elásticos y una bandita de cuero amarrada con hilo al medio, una piedra y chau pajaritos. Ahora aquello puede sonar cruel, en nuestros tiempos no lo era.
Pero de pronto se interpuso en mi vida, Dios. Y junto con Dios, la iglesia de la cual era militante mi abuela, mi abuela María. Mientras mis amigos jugaban y jugaban, yo partía con mi abuela a una iglesia ubicada en calle Arauco, la Metodista Pentecostal, una de las iglesias más recalcitrantemente fundamentalista que existe.
Todo el juego por jugar y yo metido en la iglesia, cantando coritos, hincándome, alabando a Dios, y rezando por nuestras pobres almas perdidas. Debería hacer algo rápido, inventar un juego allí, en la iglesia, ya no soportaba tanta beatitud. Y lo logré. Casi sin darme cuanta inventé el juego más glorioso del cual tengo memoria. Jugué el juego del niño tomado por el Espíritu Santo. El elegido de Dios. Cerraba mis ojos y deambulaba por el recinto hablando lenguas extrañas. La total posesión. Pasaba entre la corrida de asientos haciendo de las mías. Le pisaba los callos al Pastor, siempre hablando en lenguas. Un agarroncito a la chica que me gustaba, un puñete sin querer el chico que me caía mal. Y los hermanos entusiasmados con el niño que lo había tomado el Espíritu Santo. El Pastor con las manos batientes y diciendo, ¡Aleluya, Aleluya hermanos!, alabado sea Dios, Dios está acá y a hecho su obra en este niño. Amén respondía la concurrencia. ¡Amén, Amén, Amén hermanos Alabado sea Dios.

Evidentemente era el mayor espectáculo de Puerto Natales, sino de la Patagonia entera. Esto ocurría todos los sábados. Ya no sentía dolor en ir a la iglesia con mi abuela, sino que esperaba impaciente el sábado para ir y brindar mi función. Fueron dos meses de frenesí religioso. La iglesia aumentó su cantidad de fieles, el Pastor me recibía con honores, verdaderamente yo me sentía un actor de la Paramount de aquel entonces, mi abuela emanaba una santidad nunca antes vista. Durante la semana ya no me regañaba como antes. Me permitía comer todos los dulces del negocio, me trataba con un cariño sobredimensionado. Pero en esta vida todo acaba. Y acabó de la peor manera. Ya que cuando estaba hablando en lenguas, junto a un… zarapalanda belanda rami turonagua, se me salió un: "puta que cansa esta güebá". Primero fue una risita aislada, después toda la iglesia prorrumpió en una carcajada general y hasta ahí nomás llegó mi carrera de niño poseído. Mi abuela me sacó de la iglesia tomado de las orejas, me dejó un mes sin dulces y nunca más me llevo a la Iglesia Metodista Pentecostal. El resto del tiempo, volví a jugar al fútbol, al trompo, las bolitas, al zuncho, a matar pajaritos con honda y a ser el chico normal y juguetón que siempre fui. Amén Hermanos.

Comments

2 comments to "El fútbol y el Espíritu Santo"

silcarva dijo...
16:29

Me caes bien Hugo, Un abrazo. Estás un poco chalado y eso está bien. Debe ser porque vives muyyy lejos. "Te quiero de aquí a la Patagonia" digo yo aquí. Voy a leer tu blog más seguido.

hugo dijo...
17:08

Un abrazo.

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