Y allí estaba yo con Loreto. En el casino. Una semana saliendo con ella. Había llegado del vecindario Sants de Barcelona, más precisamente del área vecina de Les Corts. Un amigo dueño de un hostal de nombre Bruno me la había presentado. Me dijo: "¡Ella es tu chica!" Y sí... era la chica. Mi chica. La que había estado esperando durante años.
La idea del casino fue de ella. No me gustan los casinos, los cementerios ni el vino blanco. Después de ver con Loreto su trabajo con Pina Bausch en el Tanztheater Wuppertal, y de apagar el monitor me dijo: "Podríamos ir al casino y jugar poker caribeño." A regañadientes salí de mi buhardilla. Solo para complacerla. A veces, solo a veces, un baño de frivolidad no hace daño. Llegamos en un momento en que todas las mesas estaban ocupadas. Un cantante con pinta de cantante balaba una canción tristísima y dos señoras de la Cruz Roja se afanaban en maltratar una máquina tragaperras. Pedimos un par de tragos asquerosos y hablamos de un par de posturas que no habíamos hecho la noche anterior.
De improviso el estruendo en el casino. Copas que caen. Rotura de mesa. Golpe a mansalva. Un tipo con 99% de mastodonte golpeaba a un borracho al que le bastaba solo un soplo para voltearlo. Le rompió la cara y le saco un diente. Un par de patadas en el piso bastaron para liquidarlo. El cantante huye de la tarima, un gran silencio se hace de pronto en el casino, nadie reaccionaba, nadie decía nada, fue entonces que Loreto me dijo: "Dime Hugo, coño ¿es qué acaso no vas a hacer nada?" Hice lo que ya tenía pensado hacer, me paro y me dirijo donde Mister Mastodonte, paso volteando una mesa en donde estaban: el hijo del alcalde, el hijo del juez, el hijo del secretario, el hijo del gobernador, el hijo del diputado y el hijo de Triviño. El señor mastodonte me ve llegar y huye como alma que se lo lleva Pinochet, lo alcanzo en la puerta de salida, lo agarro de los pelos y le doy una patada en el culo, la patada más fenomenal que se haya dado en la Patagonia.
Regreso y recibo el primer aplauso de mi vida, veo a las dos señoras de la Cruz Roja que están siendo abanicadas, voy donde el cantante y le pongo un billete de 20.000 pesos en la solapa, le digo que de ahí en más cante canciones alegres. Llego donde Loreto que me recibe con un beso y me dice: "Hugo ¿cómo era eso de las posturas que no habíamos hecho la noche anterior?".
La idea del casino fue de ella. No me gustan los casinos, los cementerios ni el vino blanco. Después de ver con Loreto su trabajo con Pina Bausch en el Tanztheater Wuppertal, y de apagar el monitor me dijo: "Podríamos ir al casino y jugar poker caribeño." A regañadientes salí de mi buhardilla. Solo para complacerla. A veces, solo a veces, un baño de frivolidad no hace daño. Llegamos en un momento en que todas las mesas estaban ocupadas. Un cantante con pinta de cantante balaba una canción tristísima y dos señoras de la Cruz Roja se afanaban en maltratar una máquina tragaperras. Pedimos un par de tragos asquerosos y hablamos de un par de posturas que no habíamos hecho la noche anterior.
De improviso el estruendo en el casino. Copas que caen. Rotura de mesa. Golpe a mansalva. Un tipo con 99% de mastodonte golpeaba a un borracho al que le bastaba solo un soplo para voltearlo. Le rompió la cara y le saco un diente. Un par de patadas en el piso bastaron para liquidarlo. El cantante huye de la tarima, un gran silencio se hace de pronto en el casino, nadie reaccionaba, nadie decía nada, fue entonces que Loreto me dijo: "Dime Hugo, coño ¿es qué acaso no vas a hacer nada?" Hice lo que ya tenía pensado hacer, me paro y me dirijo donde Mister Mastodonte, paso volteando una mesa en donde estaban: el hijo del alcalde, el hijo del juez, el hijo del secretario, el hijo del gobernador, el hijo del diputado y el hijo de Triviño. El señor mastodonte me ve llegar y huye como alma que se lo lleva Pinochet, lo alcanzo en la puerta de salida, lo agarro de los pelos y le doy una patada en el culo, la patada más fenomenal que se haya dado en la Patagonia.
Regreso y recibo el primer aplauso de mi vida, veo a las dos señoras de la Cruz Roja que están siendo abanicadas, voy donde el cantante y le pongo un billete de 20.000 pesos en la solapa, le digo que de ahí en más cante canciones alegres. Llego donde Loreto que me recibe con un beso y me dice: "Hugo ¿cómo era eso de las posturas que no habíamos hecho la noche anterior?".
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1 comments to "Una noche en el casino"
21:39
Noche estrellada...
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