uenos Aires, Argentina; Avenida 9 de julio, Alsina y Lima, Hotel Malvinas. Allí conocí a Mercedes. Se había casado, se había separado, se había vuelto a casar y se había vuelto a separar y nuevamente se había casado. El Hotel devenido en conventillo era administrado por el gallego Paz. Un gordo con suspensores que bien podría ser tu abuelo. Si es que a tu abuelo le gusta comer tripa gorda mientras besa a su muchacha. El hotel era habitado por estudiantes, maleantes, traficantes, amas de casa, proxenetas, mecánicos, comerciantes, futbolistas, prostitutas, soldados, un pastor evangélico, un abogado, un dentista, un corredor de autos, un artista de circo, cuatro adivinas, 3 poetas, una chica linda y Mercedes.
Allí vivíamos en unos cuantos metros cuadrados más de 400 personas. Allí vivía Mercedes, allí vivía yo. Me contaba que su primer marido -un chileno- la llevaba a un hotel alojamiento dos veces por semana. Era muy romántico tu marido le dije cuanto me lo contó. ¡Ma qué romántico!, me dijo -y agregó- me llevaba para mirar por la cerradura cómo hacían el amor las otras parejas.
Ella vivía en el quinto piso que daba a la calle Alsina, el lugar como todo el hotel era de una pobreza franciscana, pero Mercedes se encargaba de hacerlo acogedor, muy acogedor. Ponía velas, incienso, preparaba un pollo a la maryland y como postre me dejaba que desabrochara su antiguo pijama rosado. Algunas veces invitaba a mi amigo Eduardo Fernández Cuesta a que viniera donde Mercedes, obviamente el se retiraba antes del postre. Un día Eduardo me dijo: "Che Hugo, Mercedes está loca; anoche cuando te dirigías hacia el balcón, con tus rollos, tus alpargatas, tu pelada, con esas piernas de Garrincha que tenes, Mercedes me dijo: "¡que sexy que es ese hombre!".
Fue el mismo balcón que utilicé para esconderme cuando llego su tercer marido. En el balcón, desnudo, con frió y con cinco chicas que hacían el aseo en el edificio de enfrente, que reían desde la 9 de julio. En el Hotel Malvinas, donde el gallego Paz, que bien podría ser tu abuelo.
Allí vivíamos en unos cuantos metros cuadrados más de 400 personas. Allí vivía Mercedes, allí vivía yo. Me contaba que su primer marido -un chileno- la llevaba a un hotel alojamiento dos veces por semana. Era muy romántico tu marido le dije cuanto me lo contó. ¡Ma qué romántico!, me dijo -y agregó- me llevaba para mirar por la cerradura cómo hacían el amor las otras parejas.
Ella vivía en el quinto piso que daba a la calle Alsina, el lugar como todo el hotel era de una pobreza franciscana, pero Mercedes se encargaba de hacerlo acogedor, muy acogedor. Ponía velas, incienso, preparaba un pollo a la maryland y como postre me dejaba que desabrochara su antiguo pijama rosado. Algunas veces invitaba a mi amigo Eduardo Fernández Cuesta a que viniera donde Mercedes, obviamente el se retiraba antes del postre. Un día Eduardo me dijo: "Che Hugo, Mercedes está loca; anoche cuando te dirigías hacia el balcón, con tus rollos, tus alpargatas, tu pelada, con esas piernas de Garrincha que tenes, Mercedes me dijo: "¡que sexy que es ese hombre!".
Fue el mismo balcón que utilicé para esconderme cuando llego su tercer marido. En el balcón, desnudo, con frió y con cinco chicas que hacían el aseo en el edificio de enfrente, que reían desde la 9 de julio. En el Hotel Malvinas, donde el gallego Paz, que bien podría ser tu abuelo.
Comments
1 comments to "Mercedes o bien podría ser tu abuelo"
18:59
Pibe que tiene de raro? yo conoci a una mujer que se enamoro de tu sonrisa de lucifer, otra que se enamoro de tus zapatos y una solo de chantajes emocionales que llamamos recuerdos segun cortazar; no te envio besos por que a mi no me gustas, un abrazo y te cuento que preparo algo que se llama de "Puñales y Poesía"
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