viernes, 28 de septiembre de 2007

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El Señor Sánchez

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El señor Sánchez vivía en calle Valdivia con Ramírez. Yo aún vivo en calle Libertad con Valdivia. Toda una paradoja. El señor Sánchez vivía a siete cuadras de mi casa. Tenía un taxi. El señor Sánchez tenia un taxi. Uno de los pocos taxis de aquel entonces. No había más de tres o cuatro. ¡Y era tan lindo andar en taxi! Eran pocos los que tenían auto. ¡Y era tan lindo andar en auto! Me imagino que sería como ahora ir de vacaciones a Orlando. A Disneywolrd. Me imagino. Y el señor Sánchez tenía una particularidad. Una particularidad que lo llevó a ser llamado por ésa particularidad. "Cien pesos por cuadra". Él cobraba cien pesos por cuadra. Él tenía su propio taxímetro sui generis. Nadie sabrá nunca cómo arribó al cobro. Todos los Sánchez de aquella casa murieron. No quedaron vestigios. Y pocos recuerdan a "Cien pesos por cuadra". Diré que era un hombre grande, era un hombre grande como todos aquellos hombres de mi infancia. Al parecer era bueno, yo lo encontraba bueno, como a casi todos los hombres de mi infancia. Y me encantaba subirme a su taxi. A veces tenía sólo para cuatro cuadras. Otras para dos. Y así. Hasta que un día sólo tenía pasaje para media cuadra, cincuenta pesos. No lo aceptó. Me dijo que juntara por lo menos cien pesos para una cuadra. Que él no hacía viajes por media cuadra. Entonces pensé que era malo. Muy malo. Y me fui triste a mi casa. Ahora lo recuerdo como el hombre más maravilloso del mundo y a su taxi como al Ferrari que nunca tendré. Y cambiaría encantado mi biblioteca por andar nuevamente en su taxi. Aunque sea por un par de cuadras. Y que me diga como entonces, al bajar del taxi: "Chao chiquillo, cuídese".

Comments

1 comments to "El Señor Sánchez"

Beatrice dijo...
11:15

Yo recuerdo a una ancianita yugoeslava, la señora Lucía del almacén de la esquina de Maipú y Quillota en P.A.
El billete de $100 era pequeño y de color rojo y me permitía comprar en su almacén, una bolsa de "guagüitas" o bastones de caramelo.
Hoy ya no hay nada en esa esquina, pero sigue presente en mi corazón, como el Sr. Sánchez en el tuyo.

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