viernes, 26 de septiembre de 2014

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El ojo de Ricardo Lagos

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Por Pepito El Breve
Dos grandes bailarines, la Morel y el Lagos.

“Luces calientes atraviesan mi mente, luces calientes atraviesan mi mente, te veo a vos, te veo a vos” (Sumo, El ojo blindado).
La voz del non plus ultra del estadista chileno entregó su visión del país fue para nada indiscreta, furtiva o de reojo, aunque sí un tanto ciclópea, casi un ojo que todo lo ve y, como a él gusta, entre focos y fanfarria ante su público cautivo de Icare, el sector empresarial que por esa mirada seductora de Ricardo, cual chiquilla de quince que lo idolatra, le aplaudió enfervorizado, casi chillando.

“De nosotros depende el poder tener con realismo un conjunto de forma de mirar, porque si tenemos una meta, cómo somos capaces de ir paso a paso para llegar a la meta”, dijo el ex mandatario. Y con “nos falta esa mirada largo plazo”, remató.

No es que tenga ojo de Águila, pero a sus 76 años de edad goza de buena salud y, aparte de algunas deficiencias visuales propias de la senectud, no tiene el ojo envejecido, lo que le permite visualizar que en los últimos ocho años en el país, curiosamente después que él dejó el gobierno, la clase dirigente habría padecido entonces lo que algunos neurocientíficos definen como “miopía de futuro” por los énfasis puestos en proyectos cortoplacistas.

Lo anterior, aunque no lo dijo, podría atribuirse a las batallas con la balanza de la Presidenta Bachelet, cuyas subidas de peso le achicaron los ojos o que la blefaroplastía (cirugía de párpados) a la que sometió Piñera no le sirvió de mucho, porque uno y otro, si seguimos a Lagos, no deberían ver mas allá que una cuarta fuera del ojo.

El diagnóstico complicaría más a la actual mandataria que recién lleva sus primeros meses de gobierno porque, al parecer, la mirada de la Nueva Mayoría padecería de un extraño caso de estrabismo múltiple, siendo en ocasiones del tipo divergente no existiendo paralelismo en el discurso porque unos quieren ir más hacia la derecha y otros hacia la izquierda; en tanto otras veces se volvería convergente y, al igual que la vieja Concertación, se lo pasaría mirándose el ombligo.

En el conglomerado de gobierno hay quienes se han percatado incluso que algunos tienen los ojos rojos, casi amaranto, pero no sería mayor problema pues es solucionable de manera rápida y económica con unas gotitas de Biclaro. Eso sí los con mirada perdida, como extraviada, así como los que la tienen vacía, que serían varios, estarían para caso crónico y requerirían urgente análisis oftalmológico.

A la mirada paranoica de palacio no debe haberle gustado mucho la panorámica de Lagos, temen que sea premonitoria del “mal de ojo”, es que el ex presidente que cada mañana cuando se mira al espejo se ve a si mismo en gran angular, se niega a ser un voyerista que disfrute contemplar como otros gozan del poder.

Pero son pocos los que saben que siendo todavía un niño de pecho se vio afectado de una retinosis pigmentaria politiquera, que no tiene relación con observar que los otros piensan como pigmeos, sino que el ex mandatario tiene una soberbia “visión de túnel”, su campo visual se reduce sólo a ver las puertas de La Moneda y no precisamente la de Morandé 80.

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