lunes, 18 de abril de 2016

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Reír para no olvidar

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Por Pepito El Breve
En la mitología griega Momo, hijo del sueño y de la noche, era el dios de las burlas y de las agudezas, satírico a más no poder, nada ni nadie era perfecto a sus ojos, hasta los inmortales eran objeto de sus punzantes burlas.

Se cuenta que Momo lamentaba que Vulcano no creara al hombre con una ventana en el corazón para que pudiesen verse sus más secretos pensamientos, y, obviamente, él pudiera mofarse de ellos.

Dioses, ninfas, héroes y mortales se molestaban con Momo, aunque no hay registro que producto de sus burlas aconteciera una hecatombe o que el Olimpo se desplomara, fue igualmente expulsado de la morada de los dioses.

Desde entonces hay quienes le ven caminar por la corteza terrestre, como Tilusa, claro está que el payaso triste chileno lo hacía en busca de palomas mientras que Momo para capturar las almas de los mortales, con especial predilección por la de los humoristas.

Aquello y no otra cosa es la razón de la procacidad de las jocosas rutinas festivaleras que para el espectro político son atentatorias contra la Seguridad Interior del Estado, no obstante los amargados de siempre consideren que son meras repeticiones de chistes viejos.

Porque aunque la risa sea un elixir de la vida y actúe también como remedio para soportar las penurias de la misma, no sabemos hasta ahora que por culpa de reírse a carcajadas se produzcan radicales transformaciones sociales, ya que si con un chiste se cambiara el mundo eso sería para morirse de risa.

A lo más puede acontecer lo que graficó Nicanor Parra en aquel artefacto donde un famélico guerrillero expresaba: “Compañeros en estos 10 años de revolución hemos comido poco pero no se puede negar que nos hemos reído bastante”.

Así y todo persisten los que viven su militancia política con una religiosidad propia del clero, para ellos hacer humor político constituye un blasfemia y estarían dispuestos a propiciar tanto una ley del Derecho al olvido con el fin de que se penalice al que traiga a la memoria sus barbaridades, como una norma para que las empresas sanitarias se vean obligadas a incorporar el agua potable además de flúor unas cuantas gotas importadas del río Leteo.

Tales propuestas políticas serían transversales, con trámite legislativo de suma urgencia, y de aprobación asegurada, ya que retomando la antipoética comicidad parriana: “La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”.

Si bien nunca he estado en el festival de Viña del Mar, este año estuve en el festival del Lago Argentino en El Calafate, ese lugar del mundo de la ex mandataria transandina Cristina Fernández, donde tiene unos cuantos ranchitos.

Calafate es una ciudad de 16 mil habitantes, distante por vía terrestre a cinco horas de Puerto Natales. El evento se organiza hace unos años, coincidente con el bautismo del Lago Argentino, dura siete días y un público de 25 mil personas repleta el anfiteatro al aire libre, obra inaugurada por la propia Cristina en enero del año 2015.

En la placa conmemorativa se lee ““Nos quieren tristes porque los pueblos deprimidos no vencen…Nada grande se puede hacer con la tristeza”, pensamiento de Arturo Jauretche, un intelectual argentino que sacó del olvido el kirchnerismo.

El Festival es gratuito cuando se presentan grupos nacionales y se cobra un precio módico diferenciado entre residentes y foráneos cuando se presentan artistas internacionales, no hay lugares privilegiados y tendrá la mejor ubicación quien llegue primero.

Aclaro que viajé con mi familia para disfrutar la actuación de la banda de rock Rata Blanca, sin embargo tuve que acompañar a mi mujer e hijas a las de Chayanne y Ricky Martín, pero esos días lo hice bien camuflado, porque se repleta de magallánicos, alguno podría reconocerme, corría riesgo mi pose metalera y andarían tomándome para el chuleteo.

Como no hay humoristas para no aburrirme me entretuve escuchando las bromas que se hacían un par de tipos con acento argentino sentados a mi lado, que por su rasgos debían de tener parientes chilenos, se burlaban porque uno era militante macrista y el otro peronista.

Además del Festival uno puede viajar 50 kilómetros y estar face to face con el glaciar Perito Moreno, o bien a 9 kilómetros de Calafate visitar el sitio arqueológico de Punta Walichú y ver in situ auténticas pinturas rupestres o, si se está de ánimo, recorrer 230 kilómetros hasta El Chaltén, uno de los más nuevos pueblitos de la Argentina fundado con el fin de asentar soberanía en pleno litigio fronterizo por Laguna del Desierto, y poder apreciar que las diferentes autoridades chilenas descuidaron la Patagonia, lo cual más que risa da pena.

Calafate, como ciudad argentina que se precie, tiene una surtida librería, adquirí un ejemplar del libro “Voltaire contra los fanáticos” escrito por Fernando Savater tras la masacre de Charlie Hebdo, una selección de sarcasmos y agudezas de Voltaire, lo cual para un burro como yo constituye un verdadero tesoro, permite acercarme de manera breve a la obra de quien es considerado el primer intelectual moderno.

A mi regreso a Natales escuché a dos adolescentes comentar la performance de los humoristas de Viña, concluyendo que si hoy alguien quiere hacer reír debe contar chistes de políticos, lo cual debiera tener contentos a los políticos porque si bien para la juventud la actividad política no es para nada atrayente a lo menos resulta graciosa.

Sin saberlo esos jóvenes estaban cerca de Voltaire, porque para el filósofo francés: “El único partido razonable en un siglo ridículo es reírse de todo (…) he tomado el partido de la risa y quiero morir riendo”. Así entonces hubiese sido más atinado que la Presidenta para expresar su buen estado de ánimo y el éxito de la dieta veraniega, más que una cumbia colombiana, como está la situación en la Araucanía, hubiera bailado un purrun. Aun cuando estaba decidido a seguir explayándome fui interrumpido por mi hija Natalia: “Papá no puedes ser así ¡mira como está de desordenada la casa!”, y en lugar de estar tecleando, acabé pasando aspiradora y lavando los platos, pero aquello no se los contaré ni en broma.

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