sábado, 15 de enero de 2005

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Mi Credo

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No creo en el Dios de los cristianos
ni en la iglesia y sus secuaces creo:
seré blasfemo, hereje o seré ateo,
pero ante todo y por todo soy humano.
No creo en el cariño de un hermano,
ni en el amor de las mujeres creo:
todo es mentira y engaño lo que veo,
y el vicio y la virtud se dan la mano.
Si la vida tan solo es movimiento,
es la muerte absoluta, inmobilidad:
si moverse en el mundo todo siento,
no existe la muerte en realidad.
Si el estómago es máquina que elabora,
y que nutre al cerebro, al corazón:
si esta máquina se para o se demora,
padece en sus funciones la razón.
Y también el corazón padece,
no late ya, como latir debía,
su palpitar aumenta o decrece
y en sus afectos sin rezar varía.
Varían las ideas, las pasiones
por efecto de una mala digestión:
se tornan los honrados en bribones,
y los valientes abaten su pendón.
Los sabios glorifican sus ideas,
el poeta se remonta hacía el edén,
el filosofo sueña, calla y crea
cuando su estómago ha digerido bien.
Decidle a un hambriento que la tierra
alrededor del sol se mueve y gira:
contestará que el mundo solo encierra
el mendrugo de pan que en sueños mira.
Decidle a un harto que hay miseria,
que hay jentes que no comen día a día,
os dirá que este mundo es una feria,
donde reina el placer y la alegría.
Por eso en nada, nada de esto creo:
tan solo creo en mi que nada veo:

TÁCITO


Puerto Natales 1/VIII/35

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