Por Hugo Vera Miranda
El Secretario Ministerial de Gobierno de Tontilandia -término acuñado por Jenaro Prieto- es un Tontalidense que se ufana en demostrar su altivez de periquito de baja estofa. Se sabe precavido de un cargo que nació con él. No le teme a ningún periodisquito que ose mellar su santa probidad. Es altivo como dios griego e ignorante como toda su descendencia. Él nació para el cargo de no decir nada diciéndolo todo. Nunca fue patrón de fundo, pero es como si lo fuera. Ahíto de 25 respuestas ladinas, mira al resto de los mortales como vulgares papanatas. Siempre compuestito, habla fuerte y golpeado, se cree el rey y señor de Tontilandia. A él nunca le tocó bailar con la más fea, nunca le cortaron la luz por no pagar, nunca una mina le dijo que no, nunca le cursaron un parte, nunca fue garzón ni almacenero ni perseguido por la injusticia. Por eso se lo ve en la tele con ese talante maestrito de universidad privadísima y buena para nada. El Secretario Ministerial de Tontilandia elude cualquier pregunta variopinta con el talante de burro elegante que se cree inteligente porque en el país de los tuertos él es el rey. Autosuficiente a más no poder; es la clase de tipo que jamás te invitaría a su casa, es el tipo de gente que tu jamás invitarías a tu casa. Desarrolla constantemente la virtud de embarrar las aguas para parecer cristalino. Ya lo quisiera ver atrapado en la tormenta de los mares australes, sin salvavidas y a mil millas de la costa, clamando por un madero salvador, con viento en contra y el futuro incierto, como miles de chilenos que miran azorados sus intervenciones de Sultan de Barein. Mientras tanto no queda más que mirarlo en la tele y rogar por su alma negra como mina de carbón.
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