Dodi, Diana, Camilla, Charles, el Conde Spencer y la Reina Madre

Por Hugo Vera Miranda

Seguramente tiene que haber muertes más miserables y estúpidas que aquella. Donde un conductor ebrio y sedado, escapa de los paparazzi en un Mercedes Benz. Estrellándose a toda velocidad en el túnel que pasa debajo del Puente del Alma. Destino, imprudencia, fatalidad, historia. El Dodi Al-Fayed ése... al parecer, venía de una larga cadena de romances, juergas y hastío. El coto de caza mayor había sido la princesa. Otra que también venía de lo mismo; una larga cadena de romances, desencantos y hastío. Y allí estaba el Puente del Alma. Para recordarnos que estrellarse muchas veces nos convierte en mito y que la fruta más fresca se pudre al menor contacto. Páginas del corazón y sesudos escritores serios, hablaron de este accidente. Lo hicieron con el alma acongojada y con una lágrima furtiva y mediática bajando por sus mejillas. Ahítos de melancolía televisiva, lloraban la pérdida irreparable. Inmediatamente el Conde Spencer -hermano de Diana- vio el gran negocio que se avizoraba. Se instaló con una muestra dedicada a Diana. Ahora sabemos que en la residencia de Althorp, en donde la princesa llegó a vivir y a languidecer, el nunca bien ponderado Conde de Spencer, se ha instalado con un nuevo negocio. Se trata de alquilar la habitación de la princesa a un costo módico de 1500 euros. A cualquiera que tenga cierto afán necrófilo o voyeur, ese es el precio. Sobre todo a los turistas "yanks", como suelen llamar los británicos a los estadounidenses. Y hoy 9 de Abril del 2005, se ha puesto la guinda a la torta. El príncipe Charles se ha casado con su amante de casi toda la vida, Doña Camilla Parker Bowles, desde ahora su Alteza Real la Duquesa de Cornualles. Final de una larga historia de desencuentros, rencillas, mentiras y estupidez al por mayor. Ahora bien, el príncipe Charles y su ex concubina, tuvieron que pedir perdón por todo el dolor y sufrimiento y engaños a que fue sometido el ex marido, de la ahora Alteza Real, la Duquesa de Cornualles. Si esa norma se aplicara en Puerto Natales, ciudad en la que vivo, yo debería pedir perdón a la mitad de Puerto Natales. La otra mitad debiera pedirme perdón a mí.Mientras tanto, la reina Isabel, con ese glamoroso encanto parecido a perro rottweiler que Dios le dio; gira sobre sus pasos y se esconde detrás del cortinado.