Dos semanas frenéticas de tensa espera. Ya a un vecino mío le había tocado. Claro que pensé en eso. No lo voy a negar. Sabía que en ocasiones similares la danza de los mediocres se torna insoportable. También sabía que ese no era mi caso. Entonces esperé. Dos semanas arrolladoras. Los nervios alterados. La fluoxetina me entregaba un vago efecto. Poco a poco fui aumentando la dosis. ¡Maldito teléfono! ¿Es que nadie llama? Solo a veces, un vendedor, un amigo, la cuenta de Entel, una chica, otra chica.
¡Corta rápido por favor!, Llámame más tarde, La otra semana, corta. Y así, día tras día. Era insoportable. Es que ustedes no se imaginan. Recuerdo que a mi vecino le tocó cuando estaba en Europa disfrutando de sus vacaciones. Creo que la noticia lo sorprendió en el Museo del Prado. No recuerdo bien, ¿o fue en Turín? Yo estaba en mi casa y esperaba, esperaba hasta las dos de la mañana, me levantaba a las seis y esperaba. Nada. Absolutamente nada. Esperaba. Claro, ustedes no se complican, solo les importa su trabajo, pasar el mes, el año. La verdad que yo no los entiendo a ustedes. No los entiendo. Seguramente no saben esperar. Yo sí, yo sabía. Nada. Nadie de allá llama. ¡Oh Dios!
Hasta que llegó el día en que nadie llamó. Me enteré por los diarios. Fue horrible. Me quería morir. Ocurrió.
No fui nombrado Gobernador de Última Esperanza. Seguiré esperando. Con la esperanza que me nombren Embajador en la Unesco, Agregado Cultural en Birmania o Asesor de lo que sea. Yo sé esperar. Esperar.
¡Corta rápido por favor!, Llámame más tarde, La otra semana, corta. Y así, día tras día. Era insoportable. Es que ustedes no se imaginan. Recuerdo que a mi vecino le tocó cuando estaba en Europa disfrutando de sus vacaciones. Creo que la noticia lo sorprendió en el Museo del Prado. No recuerdo bien, ¿o fue en Turín? Yo estaba en mi casa y esperaba, esperaba hasta las dos de la mañana, me levantaba a las seis y esperaba. Nada. Absolutamente nada. Esperaba. Claro, ustedes no se complican, solo les importa su trabajo, pasar el mes, el año. La verdad que yo no los entiendo a ustedes. No los entiendo. Seguramente no saben esperar. Yo sí, yo sabía. Nada. Nadie de allá llama. ¡Oh Dios!
Hasta que llegó el día en que nadie llamó. Me enteré por los diarios. Fue horrible. Me quería morir. Ocurrió.
No fui nombrado Gobernador de Última Esperanza. Seguiré esperando. Con la esperanza que me nombren Embajador en la Unesco, Agregado Cultural en Birmania o Asesor de lo que sea. Yo sé esperar. Esperar.
Comments
1 comments to "La espera"
18:19
Te acompaño en la espera, aunque a veces es mejor solo....
Norval
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