Galería de Fotos de Gunther Plüschow
Desde Puerto Bories, invitado por el administrador del frigorífico Mister Dick, en una verdadera tarde de verano, utilizando una pequeña lancha salvavidas, con motor acondicionado de un viejo automóvil Ford, Gunther Pluschow se internó en las tranquilas aguas del seno de Ultima Esperanza, acompañado por dos trabajadores de la zona, uno de ellos de origen alemán.
“Ninguna brisa mueve la superficie del agua, lisa como un espejo, negra y plana. Aquí y allá se reflejan las montañas altas que nos rodean, las cumbres coronadas de nieve. La noche es profundamente oscura, las estrellas brillan en el cielo claro y las montañas extienden sus sombras oscuras sobre las aguas. Nosotros nos deslizamos; sólo el ojo experto del marino puede adivinar donde se encuentran las aguas navegables, donde las rocas anuncian su límite”.
El viaje tenía como objetivo recorrer hasta el último rincón del largo brazo de mar hasta llegar a las inmediaciones del Ventisquero Balmaceda.
“Nosotros espontáneamente paramos el motor, no se escucha ningún ruido, hechizados contemplamos esta maravilla, mientras que dentro del juego de las potentes fuerzas de la naturaleza, de vez en cuando, se desprenden masas de hielo del ventisquero, poniendo las olas en movimientos riegosos a nuestra lancha”
El viaje continuó hasta una bahía rodeada de bosques vírgenes. Se acercaron a la playa solamente iluminados por la luna, allí bajaron a tierra. Uno de los acompañantes, conocedor del lugar, se internó en la oscuridad y vuelve con agua fresca del ventisquero. En la fogata beben un reconfortante café.
Plüschow se recuesta sobre un viejo árbol caído y contempla extasiado el amanecer en el lugar: “¡Indescriptible este mundo de las maravillas! Ventisquero junto a ventisquero se vierten en formas nunca vistas a las aguas de un azul intenso. De todas partes saludan las cimas de las montañas, reflejándose en las aguas. Bosque de un verde intenso se extiende hacia arriba, al costado de los ventisqueros. Un río ancho lleva agua gélida del ventisquero hacia las profundidades”.
Más tarde, emprenden el regreso navegando hacia Puerto Consuelo, donde son recibidos en forma amable por la familia Eberhard, que los esperaba con un suculento almuerzo. Ya en Puerto Natales, Plüschow, no tiene palabras para agradecer a Mr. Dick. ¡ha sido encandilado por la exhuberante naturaleza de la zona! Regresa a Punta Arenas, en un viejo y destartalado omnibus Ford, que le toma doce horas en llegar a destino, por un camino interminable. El vapor zarpa a medianoche, bajo una lluvía torrencial. Plüschow, sólo se atreve a exclamar:
“¡Yo volveré, yo ya lo siento ahora!”
Las bellezas naturales de la Patagonia cautivaron a Gunther Plüschow, el aviador y marino alemán, que cruzó el Océano Atlántico, en una pequeña goleta, la “Feuerland”. Durante muchos años, el excombatiente de la guerra, soñó realizar este viaje. Apoyado por la editorial Ullstein, de Berlín, adquirió los equipos necesarios; una pequeña embarcación, un hidroavión, cámaras cinematográficas y el material necesario para llevar a cabo su expedición.
Realizó varios viajes sobre los canales fueguinos, sobrevoló los cielos de toda la región tomando fotografías y filmando películas en su hidroavión conocido como el “ Cóndor de Plata”, Junto a Ernest Dreblow su inseparable compañero.
De regreso en Alemania, da a conocer la región a través de la película “Las maravillas de Tierra del Fuego” y de los libros “Silver Kondor Uber Feuerland” (“El Cóndor de Plata sobre Tierra del Fuego”), “Segelfahrt ins Wunderland” (“Viaje a vela al País de las Maravillas”) del que hemos obtenido las referencias de su viaje nocturno por Ultima Esperanza.
Isot Plüschow (esposa de Gunther) rescata los últimos días del osado piloto, amo de los cielos australes, en su bitácora de vuelo anota:
“Un enorme bloque de hielo, brillando verde, flota ante nuestros ojos en el agua azul del único compañero acuático de nuestro Cóndor de Plata. Todos los sueños de los tiempos de mi niñez, que me acompañaron durante toda mi vida, se han convertido en realidad”.
Plüschow amaba la libertad y emprendió el gran vuelo perenne hacia la eternidad. El 12 de diciembre de 1996, se inauguró un monolito en recuerdo y reconocimiento del piloto alemán. Esta ubicado a un lado del camino principal de ingreso al Parque Nacional Torres del Paine, a la vista de la bahía Tsingtau del Lago Sarmiento.
Bibliografía: Revista Impactos 1995 - 1997
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