miércoles, 19 de diciembre de 2012

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Dossier Honorino Landa

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Galería de Fotos de Honorino Landa



































Por Arturo Alejandro Muñoz
http://de.twitter.com/aralmu

A LAS CINCO en punto de la tarde, de un día 30 de mayo de 1962, Honorino Landa, centro delantero de la ‘roja de todos', dio el puntapié inicial del Campeonato Mundial de Fútbol realizado en Chile. Veintiséis años más tarde, también un día 30 de mayo y a la misma hora (en 1987), Honorino Landa falleció en una cama del Hospital Barros Luco, en Santiago, víctima de un fulminante cáncer. Ese día -30/05/87- se había realizado el sorteo de los grupos que participarían en el Mundial de Fútbol Juvenil que se desarrollaría en nuestro país. ¿Simple coincidencia, o decisión divina? La duda es válida porque estoy seguro que a Dios le encantan las fintas, los dribblings, las ‘chilenitas' y las ‘palomas'. Por ello se lleva, a veces, tempranamente a los mejores futbolistas.

Egresó del Liceo Hispanoamericano, en Santiago, rindiendo su bachillerato el año 1959, mismo año en el que los curitas de aquel establecimiento educacional lo llevaron de un ala a mostrar las habilidades futbolísticas en Unión Española. Debutó ese año 1959 ante O'Higgins, marcándole tres goles a los celestes del ‘capo de provincia'. De ahí en más, la fama goleadora de Honorino nunca se detuvo. El año 1961 marcó 24 goles en el torneo de primera división, fue el ‘pichichi' aquella vez, lo que obligó a Fernando Riera llamarle a integrar la Selección Chilena que participaría en el histórico Mundial de Fútbol de 1962.

Yo, que soy un viejo sentimentaloide viviendo ya mis 64 años de vida, juro ante Dios y ante mis recuerdos que nunca he visto, en el fútbol chileno, a un jugador mejor dotado, más alegre y más hábil que Honorino Landa. Ni el gran Elías Figueroa, ni el rey del metro cuadrado (Caszely), ni Bam-Bam Zamorano, ni el Matador Salas, ni nadie...nadie, nadie...ha sido más completo como delantero, más ‘pichulero' en el área rival, más mortífero frente al arco, más atractivo como enganche del espectáculo del fútbol, que Honorino Landa. Eso, lo doy firmado.

Es que ‘er Nino' nació adelantado a su época...claro que sí. De haber estado hoy jugando en Unión Española sería el favorito de la farándula, de los medios deportivos, de la hinchada futbolera y, obviamente, de las modelos de cabecitas con agua y tetas siliconadas, de esas que abundan y sobran en nuestro pequeño mundillo del espectáculo pero cuando abren la boca demuestran que tiene conectado el cerebro con el culo, y el corazón con la cuenta bancaria de sus amantes.

Honorino Landa Vera nació en Puerto Natales el 1 de junio de 1942 y falleció en Santiago el 30 de mayo de 1987. Fue considerado uno de los mejores delanteros del fútbol chileno. Disputó las Copas Mundiales de 1962 y 1966.
Es que Honorino Landa poseía de sobra aquello que en estos días se impetra como esencial para convertirse en un ídolo de algo. Irradiaba simpatía por todos los poros; siempre se le veía sonriente, alegre, bromista, como si en el mundo -más allá de la cancha de fútbol- no hubiese problema alguno. Pero, encabezando la ofensiva de cualquier equipo de balompié, se transformaba en el peor de los cuchillos, de esos que te cercenan la cabeza regalándote música, chistes y una amistad imposible de rechazar, por lo que aceptas el navajazo (entiéndase este como un "gol") con tu rostro henchido de felicidad.

Lo anterior, a los colocolinos les ocurrió mil veces. Y aquellos viejos fanáticos de la ‘U' -que hoy se empinan ya por los cincuenta y tantos años de edad- aún deben recordar aquella tarde de domingo en el Estadio Nacional cuando, en menos de quince minutos, "er Nino" clavó tres magistrales dianas en el pórtico que resguardaba el inolvidable golero universitario de apellido Pacheco...el mismo que semanas antes, con una espectacular volada de palo a palo registrada por la lente de un fotógrafo de las Últimas Noticias, había dado origen al popular dicho "Bájate Pacheco", frase que en la portada del diario acompañó a la fotografía de marras.

¿Anécdotas? Miles. Su caminar estilo Cantinflas, con las medias caídas y la camiseta holgada bailando por sobre el pantalón, eran las características de Landa...y su sonrisa plena de ironía, por cierto. En el otoño de 1964 se dio el lujo, en una Copa Libertadores, de meterle un golazo a Colo-Colo y luego se fue por la pista de ceniza del Estadio Nacional con la pelota pegada a sus botines, dribleando carabineros ante el delirio de las tribunas: "Lo único que quería era hacer jugar a los pacos", explicó más tarde.

En otra ocasión, luego de haber sacado de sus casillas a un defensa del club Ferro bádminton (al que le hizo dos túneles seguidos dejándolo tirado como muñeco de trapo sobre el césped), abandonó momentáneamente la cancha (fue en el estadio Santa Laura) y acercándose a la tribuna solicitó a un hincha que le prestara un lápiz. Regresó al campo de juego y firmó su autógrafo en la camiseta del jugador rival al que le había dado un verdadero ‘baile'. Obviamente, se llevó una trompada y ambos fueron expulsados por el árbitro.

Al arquero Pancho Fernández -de la Universidad Católica- le bajaba los pantalones en cada tiro de esquina, provocando las más sabrosas ‘persecuciones' y manotazos por todo el campo de juego. Al ‘palitroque' Rodenack -arquero de Rangers de Talca- le quitaba el gorro y salía con él arrancando por toda la cancha. Incluso, otra de las anécdotas festivas del Nino, fue aquella acaecida en el Santa Laura, cuando un árbitro (cuyo nombre ya no recuerdo) le expulsó del partido por un patadón que Landa le propinó a un defensa rival que, para ser sincero, lo había ‘bajado' a puntapiés durante todo el partido. ‘Er Nino' agachó la cabeza y comenzó a caminar hacia las tribunas luego de la expulsión...pero, en un momento de extraña lucidez, decidió regresar al centro del campo y sin decir ‘agua va' le dio un beso en la ‘pelada' al árbitro...después, caminando a lo Cantinflas y bajo el aplauso de miles de hinchas, se fue a camarines.

Arreglo de calle en Puerto Natales, lugar de nacimiento de Honorino Landa.
                                                                              
En el otoño de 1964 jugaron la Copa O'Higgins las selecciones de Chile y Argentina en el Estadio Nacional. El resultado fue un 3x3 entretenido, de buen ritmo y hartas emociones. Los goles de Chile fueron convertidos por Honorino Landa (2) y ‘Chocolito' Ramírez (puntero izquierdo de la Católica). En el entretiempo, ‘er Nino' -con su acostumbrada personalidad festiva- se fue a meter al camarín de los argentinos y le dijo al DT de los ché que le informara al defensa que estaba marcándolo en el primer tiempo, que en la segunda etapa era mejor que jugara con una sotana porque le iba a hacer un túnel (‘caño', le dicen los transandinos) que lo dejaría en vergüenza ante sus compañeros de equipo.
Y así fue. A los 25 minutos er Nino le hizo el famoso ‘túnel de vuelta', que es el enganche -de espaldas al defensor- con el borde externo del pie derecho y mediante un toque de balón muy suave, preciso, hermoso, como pincelada de Van Gogh, le pasó el balón entre los tobillos. "Sos un hijo de puta", le enrostró luego el ché. "No, poh compadre...no somos hermanos", respondió Landa.

La revista argentina "El Gráfico", especializada en deportes, escribió esa semana: "hay ocasiones en que la cigüeña equivoca su destino y deja caer un bebé en lugares que no son los indicados. Es lo que sucedió con Honorino Landa, quien venía destinado a nacer en Buenos Aires pero el ave de la maternidad celestial, quizás algo cansada, optó por depositar la criatura en territorio chileno".

La mejor anécdota del ´Nino´ Landa, ocurrió en el Distrito Federal (Ciudad de México) previo al partido amistoso de Chile con la Selección Azteca. Había un ´escarabajo´ estacionado en las puertas del hotel, con las llaves de contacto puestas. Honorino invitó a Luis Ibarra, Leonel Sánchez, René Pacheco, Rubén Marcos y Alejandro Mesías a dar una vuelta en el Volswagen. Carlos Campos se salvó, porque no cabía en el auto. El improvisado chofer hizo partir el pequeño vehículo y se fue, derecho, en picada contra una hermosa fuente que se encontraba a unos 50 metros. El impacto fue espectacular. Escarabajo y jugadores terminaron magullados y mojados. Lucho Ibarra sacó la cabeza por una ventana y le preguntó a Landa: ´P´tas, huevón, oh...¿ dónde aprendiste a manejar?. Y Honorino, muy suelto de cuerpo, respondió: ´¿y quién les dijo que yo sabía manejar?.

El problema fue que con el impacto llegó la policía y salió naturalmente del Hotel el verdadero dueño del auto. Este exigía que los chilenos fueran presos o le pagaran los daños del vehículo. Afortunadamente, llegaron los dirigentes de la Federación Mexicana de Fútbol y le hicieron ver al jefe policial que si se llevaba preso a los visitantes, no podría haber partido de preparación para ambas selecciones. Con este argumento y comprometiéndose a pagar el arreglo con el dinero que se descontaría de la recaudación, se llegó a un acuerdo satisfactorio. Esa misma tarde, por suerte, Honorino Landa no sólo hizo el gol chileno, sino que jugó tan bien que los mexicanos hasta se olvidaron de hacer el descuento de las platas correspondientes a la reparación del deteriorado escarabajo.

Durante tres años, sin pausas ni descansos, los clubes Racing, Independiente y River Plate procuraron contratar al "9" de Unión Española, pero Landa nunca quiso abandonar Santiago, dejar a sus amigos, a sus padres, a sus compañeros de club, al Santa Laura, al Hipódromo Chile ni al histórico restaurante "Munich", ubicado en Avenida Vicuña Mackenna esquina Santa Isabel, donde la señora María Carreño preparaba -sin duda alguna- los mejores "lomitos palta mayo" de la capital. Si alguno de los lectores manifiesta dudas sobre este último punto, le invito a preguntarle a Humberto ‘Chita' Cruz, a Carlitos Reinoso, a Edson Beirut o al ‘Chino' Caszely si es verdad o mentira lo que he dicho. Así de simple.

Yo vivía a dos cuadras de aquel restaurante, por lo que era habitual verme en las noches de verano sentado en la barra de aquel local junto a mis amigos Elías Pizarro, Nibaldo Carreño (hermano menor de doña María, la propietaria del negocio y, oh sorpresa, dirigenta de Audax Italiano), Antonio Tomicic (padre de Tonka) y Paul Friederichs, bebiendo una ‘garza' y departiendo minutos inolvidables junto a futbolistas famosos de aquellos años.

Recuerdo con absoluta claridad la ocasión en que conversé con un periodista brasileño (enviado especial de la revista deportiva "Placard", de Río de Janeiro), que insistía en preguntar si era verdad que Honorino Landa había nacido en Chile, pues él suponía (y tal vez deseaba) que hubiese sido parido en la avenida Rio Branco o en la rua Barao de Flamengo, en la ciudad carioca. ¡¡Ese era Honorino!! Por algo el propio Pelé había declarado, en agosto de 1965, en un programa deportivo del Canal Bandeirantes de la TV brasileña, que Honorino Landa era "o melhor jogador de futebol nao brasileiro de ataque de América do Sul" ("el mejor jugador no brasileño que actúa como atacante en el fútbol de Sudamérica"). Los fanáticos futboleros de Brasil no olvidaban esa estupenda ‘chilenita' que hizo er Nino en el Mundial, jugando contra el ‘scratch', precisamente.

Pero, todo lo bueno tiene un fin rápido, y ‘er' Nino dejó el fútbol profesional quizá tempranamente para dedicarse a sus nuevas labores como entrenador de las divisiones inferiores de Unión Española...aunque su familia le reclamaba que fuese a trabajar en la empresa avícola de los Landa.

Un aciago día en el mes de noviembre de 1986 los médicos detectaron un cáncer infame, invasivo, letal y vertiginoso en el cuerpo del gran Honorino. Para ‘er Nino' fue imposible gambetear la enfermedad, o hacerle un ‘túnel' al maldito azar. Dios ya había determinado que lo necesitaba urgentemente en la delantera de los ‘buenos', allá arriba.

Fue así que un 30 de mayo de 1987 -a la misma hora que en otro mes de mayo, pero en 1962, había dado el puntapié inicial del Mundial de Fútbol- tendido en su última reposera, una cama del Hospital Barros Luco, Honorino Landa colgó terrenalmente su zapatos de fútbol y se elevó a las alturas para vestir la mejor camiseta, la de los bendecidos por el dedo de Dios.

Hoy, muchos años después, siempre que tengo en suerte poder concurrir al Estadio Santa Laura, al ver trotar al equipo de Unión Española rumbo al centro del campo cuando sale de camarines, creo observar una sombra difusa, extraña, acompañando a los de ‘la furia roja', y pretendo creer que se trata del espíritu del Nino, de ese extraordinario jugador, joven y talentoso, irresponsable y audaz, que alegró trescientos domingos de fútbol en el viejo Santiago.

Crónica extractada desde The Paskin


  Entrevista a Roberto Bolaño

¿Cuál es su héroe de ficción favorito? 
Julien Sorel. El Pijoaparte de Marsé. Horacio Oliveira de Cortázar. El Superman de mi infancia. El atormentado Spiderman. Drácula. Sherlock Holmes. El padre Brown. Don Isidro Parodi. El Cristo de Elqui. 
¿Cuáles son sus héroes de la vida real? 
Los mismos que ya he mencionado. Añadiría a Misael Escuti y a Honorino Landa. Añadiría a Baudelaire y a Oscar Wilde. Diario La Tercera Santiago de Chile 19/03/2000.



Francisco Mouat 


Nino Landa que estás en los cielos 

No hay vuelta: al destino le agradan las coincidencias, las repeticiones. Honorino Landa sólo confirmó la sentencia. Finteó con la muerte, gozó haciéndole sombreritos y uno que otro túnel, hasta intentó una pared corta en plena área chica para esquivarla. No pudo: se estrelló definitiva, dolorosamente con ella el 30 de mayo de 1987, tendido en una cama del Hospital Barros Luco, a las cinco de la tarde, las mismas cinco de la tarde del 30 de mayo de 1962, cuando Nino Landa dio el puntapié inicial del Mundial de Chile, a la Copa Jules Rimet, con las medias gachas, el jopo en la frente, las piernas gruesas y el gol a exactos cincuenta metros de su mirada.

Lo de Nino fue un pacto de amor con la pelota de fútbol, un encantamiento sin dobleces. De pequeño, cuando vivía interno en el Hispanoamericano, el menor de los Landa se divertía muchísimo con una bola en los pies a lo largo y a lo ancho de cualquier patio del colegio. Entre rezos y confesiones, los curas no tardaron en darse cuenta de que este muchacho tenía dotes excepcionales para el fútbol. Apenas acabó las humanidades lo llevaron a Unión Española con la certeza de que a Dios jamás se le ocurriría vetar esa decisión tan mundana como celestial.

Debutó en primera división en 1959 contra O’Higgins de Rancagua: tres veces metió la pelota en el arco de los contrarios. Ya nadie lo supo detener.

Félix Landa, hermano: “Hay tres clases de futbolistas: el rápido, el hábil y el inteligente. Nino tenía las tres características: muy rápido, muy hábil y muy inteligente. Por eso yo digo que es lejos el jugador más dotado que ha tenido el fútbol chileno”.

 De pronto, Honorino se encontró con que era un joven de sólo diecinueve años al que la hinchada quería y celebraba porque era un gusto ver sus piques cortos, su manera cantinflesca de correr con la pelota imantada en el botín derecho que mareaba defensas, defensas irresolutos y desesperados que no podían adivinar si Nino trazaría líneas rectas o dibujaría cabriolas sobre el pasto de la cancha de turno.

Rosa Trepiana, cuñada: “Era un bailarín, una cosa impresionante cómo finteaba y corría y finteaba. Cuando metía un gol, todo el estadio aplaudía de pie sus genialidades”.

Veinticuatro tantos marcó Honorino en el campeonato nacional de 1961: goleador absoluto del torneo. Fernando Riera, entrenador de la selección chilena, no tuvo dudas: Landa llevaría la número 9 en el Mundial del 62. Al compás de Los Ramblers, del rock de la fiesta universal del deporte y el balón.

Nino salió a la cancha y enfrentó a los suizos, alemanes, italianos, soviéticos y brasileños. No marcó un solo gol en el todo Mundial, y le dieron duro.

Honorino Landa: “No fracasé. Había que estar adentro, en la cancha, para comprender lo difícil que era enfrentar a las defensas europeas. Les aseguro que en los partidos con Alemania e Italia recibí más golpes que en dos años de campeonato local. Y eso habría sido lo de menos si después del quiscazo el camino se hubiese abierto, pero no se abrió. Lo importante en un equipo no es quién haga el gol, sino que se haga”.

A pesar de esa sequía goleadora, el teléfono de su casa debió desconectarse durante y después del Mundial porque había mujeres que llamaban a Nino todo el día para ofrecerle citas con romance incluido, mientras se llenaban bolsas y más bolsas con cartas de fans que le confesaban admiración.

Lucía Montenegro, secretaria: “Estupendo. Crespo, dientes lindos, piernas viriles, regio, rico. En mi pieza tenía afiches de Honorino Landa. Iba con mis amigas al estadio nada más que para verlo. A otras les gustaba Fouillioux, pero a mí no; muy blancuchento. Landa era de comérselo”.

Una fiesta en la cancha, Nino. Un deleite. Al arquero Pancho Fernández le bajaba los pantalones. Al Palitroque Rodenack le quitaba el gorro y salía con él arrancando por toda la cancha. A Colo Colo, en una Copa Libertadores, le metió un golazo y luego se fue por la pista de ceniza del estadio Nacional con la pelota dribleando carabineros ante el delirio de las tribunas: “Lo único que quería era hacer jugar a los pacos”, explicó más tarde. A Manuel Cuesta, legendario presidente de la rama de fútbol de Unión Española, le robó el vaso en que guardaba su ojo de vidrio: “estaba ahí, delante de mí, flotando, y uno no podía dejar de mirarlo. Después se lo devolví”.

Honorino Landa: “Mi desplante tiene mucho de afición a jugarme carriles, a desafiar incluso la lógica sin pensar mucho en las consecuencias. No me tomo el fútbol a la tremenda. Ni tan adentro que te quemes, ni tan afuera que te hieles. La verdad es que yo no puedo tomar nada a la desesperada. No está en mi. Me siguen cargando los tontos graves, los que no saben ponerle un poquito de pimienta a las cosas. Por ejemplo, jugar a canillas peladas obliga a aguzar el ingenio para eludir los raspones. Por último, nadie es tan malo que le vaya a dar un quiscazo a una pierna desnuda sin pensarlo dos veces”.

Las gracias y el talento de Nino se repartieron luego entre el Mundial del 66 (se perdió un gol increíble contra Corea), Green Cross, Huachipato, La Serena, Magallanes, Aviación y Unión Española. Abandonó el fútbol activo en 1975. Fumaba Lucky sin filtro. Jamás se desentendió de la pelota. Hizo un curso de entrenador y trabajó con sus hermanos en el criadero de pollos Navarra, bautizado asó en homenaje a la región hispana desde donde zarpó su padre hacia Chile a mediados de los treinta. Fue director técnico de las divisiones inferiores y del primer equipo de Unión Española, y más adelante jugó con sus amigos de barrio defendiendo los colores del club Tato Rojas.

A fines del año 86 asomó el cáncer. Fulminante. Asunto de siete meses.

Tendido en una cama del hospital Barros Luco, Honorino Landa murió el 30 de mayo de 1987 a las cinco de la tarde en punto.

Todos lloraron a Nino. En el estadio Santa Laura, en el preludio de un partido entre Universidad Católica y Everton hubo silencio durante un minuto. Y después un gran aplauso. Jota Eme resumió el sentimiento de los hinchas: “Este es nuestro último aplauso para ti, crack, crack, crack”.

Al cementerio llegó una enorme columna. Allí estaban su canoso y octogenario profesor de castellano, el vendedor de calugas de Santa Laura, los compañeros del Mundial del 62. Tristes, todos ellos avanzaron en silencio tras la urna de Nino mientras una trompeta ejecutaba “Yo tenía un camarada”.

Ya no más malabares. Ya no más verónicas a la entrada del área.

Félix Landa: “No podemos despedirnos de ti. No vamos a despedir la costumbre del gol”.

Julio Martínez: “Honorino cultivó una relación muy singular con la pelota del fútbol. Con ella hacía el tuya y mía; no la molestaba, no la estorbaba, la galanteaba. Era como su amante”.

Publicado en el libro Nuevas cosas del fútbol. Lolita Editores, Santiago de Chile, año 2012.

Página de Francisco Mouat



Poema de Ramón Díaz Eterovic 

EL MUNDIAL DEL 62

Era el Mundial del 62.
Mi hermana recortaba las fotos de Pelé
de los diarios que venían de un país lejano llamado Santiago.
Un tío comentó que en Chile había nacido la televisión.
En ese tiempo lloraba todas las noches
por no saber dividir ni multiplicar.

Era el Mundial del 62.
Un vecino yugoslavo tocaba el violín
cada vez que su equipo patrio ganaba.
En la mesa se hablaba de fútbol y del costo de la vida.
Yo trataba de ingeniar la manera
de alcanzar la caja de galletas sobre la alacena.
En el cine de los domingos veíamos
los goles de Eladio Rojas y las películas de Audie Murphie.

Era el mundial del 62.
Un amigo del barrio se rompió la frente atajando a lo Misael Escuti.
Cuando llovía yo leía sin tener las historietas de Walt Disney.
Todavía no entendía la penetración de los medios de comunicación,
la canalla imperialista ni las fluctuaciones de la balanza de pago.

Era el mundial del 62.
Cuando se supo que Chile salía tercero yo comía churrascos fritos.
Se criticaba el cierre del puerto libre
(complejo coloquial de puerto venido a menos).
Se escuchaban las canciones de Dean Reed
como quien reza el padrenuestro.

Era el mundial del 62.
Mucho más no recuerdo, salvo que me sentí contento
de saber que Santiago también era Chile,
y que el próximo año también tendría que ir a la escuela.

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