viernes, 1 de febrero de 2013

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Liro Mansilla: Caminos de mar y tierra

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La tradición histórica y la determinación geográfica de Chiloé, nos señalan que a través de los tiempos los caminos fundamentales que unieron al pueblo chilote, tanto interiormente, como con los mundos externos, fueron caminos de mar. A través de ellos se emprendieron las grandes jornadas de búsqueda de almas para evangelizar por el sur del archipiélago, caminos que en muchas ocasiones llegaron hasta el mismo Estrecho de Magallanes, y que jalonaron los grandes viajes de los misioneros jesuitas.

Por el mar se viajó igualmente hacia las zonas del este, quizás buscando la siempre esquiva Ciudad de los Césares y las maderas valiosas de Chiloé continental, fundamentalmente alerce y ciprés, por el mar se comunicaron y siguen comunicándose las islas desparramadas en el gran seno que va desde el Golfo de Reloncaví al de Corcovado.

Por el mar se hicieron igualmente los grandes viajes de capitanes y soldados españoles, que pretendían asegurar esa entrada al reino, por el sur, que en 1520 había descubierto Hernando de Magallanes.

Por el norte quedaba la ruta a Osorno, la más cercana ciudad a la solitaria Castro en Chiloé, fundada en 1567, pero, para este viaje el camino de mar del mar era angosto. Sólo el paso de lo que hoy llamamos Canal de Chacao y que en tiempos coloniales se llamara Golfo de los Corcovados, para dar lugar seguidamente a un camino de tierra que llevaba a través de espesas selvas y lagos hasta los centros poblados por españoles. Llevaba igualmente hasta la zona del Lago Nahuel Huapi, lo que hoy día es Bariloche, en la República Argentina y uno de cuyos lagos lleva el nombre de su más asiduo viajero y descubridor el Padre Mascardi.

 El camino más antiguo, es seguramente el llamado camino de Caicumeo, que unía Castro y Ancud y cuya historia merece un capítulo especial. Este es quizás, el principal camino de los que llamamos “de tierra”.

Hoy día los caminos de Chiloé siguen siendo de tierra y mar. La “dalca”, embarcación nativa, aporte auténtico de la cultura indígena chilota, ha sido reemplazada por embarcaciones más modestas, pero del mismo origen del astillero chilote. Las velas siguen surcando los canales y cruzando frente a las iglesias ribereñas. Los caminos de tierra, se han cubierto de asfalto y cemento para recibir igualmente a los miles de viajeros que cada año recorren Chiloé.

Viaje usted a Chiloé, por caminos de mar o tierra, pero viaje a esa tierra inolvidable, a la cual está desde ya cordialmente invitado.

La Prensa Austral, 4 de abril de 1986.

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