La tradición histórica y la determinación geográfica de
Chiloé, nos señalan que a través de los tiempos los caminos fundamentales que
unieron al pueblo chilote, tanto interiormente, como con los mundos externos,
fueron caminos de mar. A través de ellos se emprendieron las grandes jornadas
de búsqueda de almas para evangelizar por el sur del archipiélago, caminos que
en muchas ocasiones llegaron hasta el mismo Estrecho de Magallanes, y que
jalonaron los grandes viajes de los misioneros jesuitas.
Por el mar
se viajó igualmente hacia las zonas del este, quizás buscando la siempre
esquiva Ciudad de los Césares y las maderas valiosas de Chiloé continental,
fundamentalmente alerce y ciprés, por el mar se comunicaron y siguen
comunicándose las islas desparramadas en el gran seno que va desde el Golfo de
Reloncaví al de Corcovado.
Por el mar
se hicieron igualmente los grandes viajes de capitanes y soldados españoles,
que pretendían asegurar esa entrada al reino, por el sur, que en 1520 había
descubierto Hernando de Magallanes.
Por el
norte quedaba la ruta a Osorno, la más cercana ciudad a la solitaria Castro en
Chiloé, fundada en 1567, pero, para este viaje el camino de mar del mar era
angosto. Sólo el paso de lo que hoy llamamos Canal de Chacao y que en tiempos coloniales
se llamara Golfo de los Corcovados, para dar lugar seguidamente a un camino de
tierra que llevaba a través de espesas selvas y lagos hasta los centros
poblados por españoles. Llevaba igualmente hasta la zona del Lago Nahuel Huapi,
lo que hoy día es Bariloche, en la República Argentina y uno de cuyos lagos
lleva el nombre de su más asiduo viajero y descubridor el Padre Mascardi.
El camino
más antiguo, es seguramente el llamado camino de Caicumeo, que unía Castro y
Ancud y cuya historia merece un capítulo especial. Este es quizás, el principal
camino de los que llamamos “de tierra”.
Hoy día los
caminos de Chiloé siguen siendo de tierra y mar. La “dalca”, embarcación
nativa, aporte auténtico de la cultura indígena chilota, ha sido reemplazada
por embarcaciones más modestas, pero del mismo origen del astillero chilote.
Las velas siguen surcando los canales y cruzando frente a las iglesias
ribereñas. Los caminos de tierra, se han cubierto de asfalto y cemento para
recibir igualmente a los miles de viajeros que cada año recorren Chiloé.
Viaje usted
a Chiloé, por caminos de mar o tierra, pero viaje a esa tierra inolvidable, a
la cual está desde ya cordialmente invitado.
La Prensa Austral, 4 de abril de 1986.
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