martes, 4 de marzo de 2014

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Todavía la pisa

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Por Pepito El Breve


El gordo está prendido toca y pica, ordena, tranca, driblea, hace taquitos, paredes, le pega de pique, sobrepique, de primera, corre con el balón pegado al pie el cuello recto, pera levantada y la mirada con visión perimetral del campo de juego como la portada del grafico del Beto Alonso del año 80, juega a la rioplatense dos toques y pase.

-Atajen al gordo que todavía la pisa- pero el gordo así como marca se desmarca.¡Tranquen al gordo! se escucha. Mete, usa el cuerpo, la protege, la deja picar como se sabe prodigioso con esa zurda mágica chutea de empeine, tres dedos, borde interno o externo, con chanfle izquierdo o derecho, a media altura o ras de suelo, es fino, juega lindo, casi estético lo que oculta su panza redonda de 85 kilos en su metro sesenta y cuatro. -¡Ole gordo!- le gritan.

Después de varias negativas hasta que aceptó la invitación para un picadito aunque hace años que no juega y, quién sabe, según como se vea integrará uno de los 74 equipos de futbolito de la Liga Seniors que, semana a semana, pueblan el césped sintético de las canchas del Estadio Fiscal de Punta Arenas para goce de las políticas de salud pública contra la obesidad y el sedentarismo y de los bolsillos de los traumatólogos que, desde la inauguración de las canchas, una pléyade de mil ex crá engrosan anualmente sus consultas.

Por lo corrido del partido el gordo está para algo más, sirvieron los chuteadores Adidas tipo los que usa Messi que se compró y si bien le quedan estrechos y se le ve mas grotesco el empeine, casi como pezuña de cerdo, aun así el gordo todavía la pisa pero no falta el desgraciado que confunde el jugar áspero con la mala intención y ante la imposibilidad de frenar su gordura habilidad le pega un codazo que casi le quiebra la nariz.
-Este juego es para hombres-
-Está equivocado amiguito, este juego lo juegan hasta las mujeres, pero este juego es para wuevones buenos- contesta el gordo y le hace un túnel para salir jugando su carita rechoncha sonríe, con ese corte de pelo a lo estrella de futbol, jopo corto paradito y el resto casi rapado.

Se para, elude, corre a brinquitos y el gordo y es como si rebotara, un guarén buscando su guarida, con esa manera de sortear y saltar rivales que en los setenta patentara en el Ajax su ídolo Johan Cruyff.

Nada de tirar pelotazos a las papas, ni rifar balones, sino que el tiro va allá donde está más lejano el jugador, es que el gordo es un jugador técnico, sabe y hace que lo difícil parezca fácil, otras veces lo sencillo es más efectivo. No es lauchero ni egoísta, lo suyo es ubicarla y el pase directo al pie del compañero, en eso de las habilitaciones no hay quien le gane.

El gordo se la cree y está inspirado, esa cultura del buen trato del balón la mantiene “esto es igual que andar en bicicleta una vez que se aprende nunca se olvida”, comenta cachiporra en el entretiempo cuando alaban su juego y que a sus años todavía la pisa. La tarde, cosa curiosa, en este verano invernal está resplandeciente como si conspirara para que se luzca ante aquellos que le gritaban que estaba hecho un bolón y por eso no jugaba, los mismos amigos que maldijeron haberlo invitado a jugar esa fatídica tarde cuando recién llegado del norte sufrió el corte del tendón de Aquiles que truncó la que iba para promisoria carrera en el profesionalismo donde hacía sus primeras armas en series menores.

Gambetea, bicicletea, domina, la para, da una media vuelta y sin mirar la tira a ras del suelo para que se proyecte el lateral quien lanza un centro a media altura al área chica donde como una bola de fuego el gordo se tira de palomita y la mete adentro. Es que el gordo tiene trabajo de cadete y sabe calcular tiempo y distancia, trota al centro del campo con falsa humildad sobándose la panza barbuda.

A estas alturas del partido al gordo no le importa si se sobre exige. Guatón será pero no maceta corre a buscar el balón, se anticipa, la pisa y aunque nunca le gustó la gimnasia artística sus piernas se abren en un spagat como un compás de 180 grados y se escucha en la cancha el ruido entre agudo y grave de quien desgarra un paño, una aceitosa lágrima confundida con el sudor grasoso resbala por su mejilla redonda.

Humillado cada mañana su mujer le debe ayudar a ponerse los calcetines y el pantalón hasta que pasen tres meses y se recupere el desgarro grado IV del isquiotibial y cure esa espantosa equimosis del muslo posterior izquierdo, piensa si quizás hubiera sido más digno un accidente doméstico alguien que dejó el jabón tirado y se resbaló cuando puso un pie en la ducha.

Pero el futbol en el gordo cacheñea alegre por el colesterol de sus venas. Ya pasará este trago amargo, después de todo nada es tan malo y por esa atávica y magallánica costumbre de poner sobrenombres, ahora deberá tragarse el orgullo cuando le griten ahí va “el que todavía la pisa”, lo cual no es tan malo en lugar del “Bolón”, que lo tenía hastiado tampoco le gritarán “Gordo”, a él que en su adolescencia fue delgado y esbelto.

Publicado en Diálogo Sur.

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