Niño, me preparo ente ti como ante una fiesta. La fiesta responsable
Soy más mujer por tu voz casi metal, casi vidrio, casi pájaro. Y busco en la medida que poseo, mi propia medida de la infancia.
¿Qué lágrimas, qué risas, condicionaron mi corazón con que te miro?
¿Qué sueños y qué insomnios?
Pienso en las regiones del norte, en donde el polvo de las calizas dibuja arabescos en la atmósfera y la arena del desierto cambia de color con el color del día.
Allí donde el verde del árbol es ausencia, tú sueñas con enredaderas y vas, corazón abierto a camanchacas, extendiendo tu barco imaginario sobre las aguas devenidas piedras.
El valle central es arboleda, frutas, flores y volantines que suben a los cielos llevando a la estrella solitaria.
Allí envejece la tierra con las nieves. Bajo ese duro vellón, montaña alerta, vigilia el padre del chileno, y sólo el latido de su pecho interrumpe un diálogo de cóndores.
Hacía el sur, tú sabes de pehuines y de bosques, de lagos azules y canales, de vida dura entre los vientos, de lluvia deshaciendo el suelo y de cai-cai-vilú de los niños indios.
En el confín del mundo, Punta Arenas, Puerto Natales y Desolación, hablan de una raza que no muere, del milodón enfermo de prehistoria y de un puñado de titanes en los hielos.
Mientras el mar baña para ti, niño chileno, una tierra que quieres y te quiere, y te entrega Caleuches en sus olas y la estatura de mástil de Prat, Riquelme y Condell.
El hombre que te enseña - tu Maestro- fue niño como tú y también en un rincón de sus recuerdos, sueña con su pileta de naufragios y con cimarra y travesuras.
Pero hoy está aquí ante tus ojos, alma universal de nuestra tierra, para tenderte en su fraterna mano todo el caudal de ciencia que posee, y que es como la tea olímpica que te obliga a querer más alta la limpidez de la palabra CHILE.
Suplemento Escolar, LA PRENSA AUSTRAL, Punta Arenas, Martes 11 de Marzo de 1975.
Soy más mujer por tu voz casi metal, casi vidrio, casi pájaro. Y busco en la medida que poseo, mi propia medida de la infancia.
¿Qué lágrimas, qué risas, condicionaron mi corazón con que te miro?
¿Qué sueños y qué insomnios?
Pienso en las regiones del norte, en donde el polvo de las calizas dibuja arabescos en la atmósfera y la arena del desierto cambia de color con el color del día.
Allí donde el verde del árbol es ausencia, tú sueñas con enredaderas y vas, corazón abierto a camanchacas, extendiendo tu barco imaginario sobre las aguas devenidas piedras.
El valle central es arboleda, frutas, flores y volantines que suben a los cielos llevando a la estrella solitaria.
Allí envejece la tierra con las nieves. Bajo ese duro vellón, montaña alerta, vigilia el padre del chileno, y sólo el latido de su pecho interrumpe un diálogo de cóndores.
Hacía el sur, tú sabes de pehuines y de bosques, de lagos azules y canales, de vida dura entre los vientos, de lluvia deshaciendo el suelo y de cai-cai-vilú de los niños indios.
En el confín del mundo, Punta Arenas, Puerto Natales y Desolación, hablan de una raza que no muere, del milodón enfermo de prehistoria y de un puñado de titanes en los hielos.
Mientras el mar baña para ti, niño chileno, una tierra que quieres y te quiere, y te entrega Caleuches en sus olas y la estatura de mástil de Prat, Riquelme y Condell.
El hombre que te enseña - tu Maestro- fue niño como tú y también en un rincón de sus recuerdos, sueña con su pileta de naufragios y con cimarra y travesuras.
Pero hoy está aquí ante tus ojos, alma universal de nuestra tierra, para tenderte en su fraterna mano todo el caudal de ciencia que posee, y que es como la tea olímpica que te obliga a querer más alta la limpidez de la palabra CHILE.
Suplemento Escolar, LA PRENSA AUSTRAL, Punta Arenas, Martes 11 de Marzo de 1975.
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