martes, 4 de enero de 2005

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Gabriela Mistral: "El Caleuche" de Chiloé

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En el Sur de Chile, donde el mapa pinta con mancha redondeada a Chiloé y su séquito de islas, y más abajo, hasta donde salta el suelo firme de la Patagonia las aguas son casi todo y la tierra muy poca cosa. Corren no lejos unos ríos grandes que se llaman el Bueno y el Maullín, y el mar hace su antojo desmenuzando la cordillera, dando archipiélagos que no se cuentan y tajando penínsulas y fiordos. Los espíritus del agua son más que los terrestres y ponen en jaque a chilotes y patagones.
Cuando la noche se cierra completamente como un arca, y se hace tan larga que parece no querer acabar nunca, los viejos y los niños chilotes, o ambos, en torno, cuentan todo lo bien que saben contar viejos y niños, la historia "de veras" del "Caleuche, Buque de las Artes".(1).
El Caleuche es un barco pirata, es decir, un forajido del agua noble, que para cumplir mejor sus aventuras, corre millas y millas por debajo de ella, tan escondido, que en semanas y meses se le pierden las trazas y parece que ya se ha muerto o ha dejado por otro el mar de los chilotes. El mar ha pactado con él desde todo tiempo y le cumple el convenio de esconderle al igual de sus madréporas y sus últimos peces de pesadilla.
Pero de pronto, en la noche más sola de aquellas del Sur, el Caleuche saca entero su cuerpo de ballena y corre un buen trecho a ojos vistas, navegando a toda máquina (que las tendrá), casi volando, sin que puedan darle alcance ni barco ballenero ni pobrecita lancha pescadora a los que se le ocurra seguirlo.
Aquello que corre, a la vista de los pescadores locos de miedo, es un cuerpo fosforescente, de proa a popa sin velas, que de nada le servirían, cuya cubierta pulula de demonios del mar y una tribu de brujos asimilados a ellos. Y el todo aperos y equipaje, ofrece un aire de festival o de kermesse, arrancada a la costa y que va por el mar corriendo a una cita para solemnidad aún mayor..
El motor que lo lleva a velocidad de delfín no hay por donde se le rompa ni le estalle, como que no lo mueven petróleos o alcoholes y habrá salido de la forja submarina y de los metales del mar, y lo conduce "el Arte", ejercida por un alto comando de hechicería oceánica.
Acérquense un poco los perseguidores de la presa "alumbrada" y antes de que ojeen y cacen el secreto, el palacio ardiendo del Caleuche se para en seco, se apaga como un gran tizón y deja un troncazo muerto, oscura pavesa que flota a la deriva de las olas y chasquea a los que ya pintaban victoria.
El Caleuche pude ser criatura viva por sí misma y puede ser industria suma de los demonios, hecha con oro del mar, y cáñamos del mar, y azafres del mar, que lo convierten en organismo o fábrica de fuego.
El Caleuche no se puede decir exactamente qué es, por no parecerse a otra cosa que… al Caleuche. Puesto en el aprieto de definirlo, tartamudeamos negaciones. No es una ballena, aunque se le parezca en su maña para voltear las barcas de pesca, y "no" es un buque, aunque así lo digan sin otra razón que la de navegar válidamente y siempre.
El Caleuche lleva, consigo, pues, la tripulación que dijimos, de demonios luminosos y de brujos "de gran arte". De los demonios no se sabe otra cosa de su índole contra-ángeles; de los brujos se sabe que llevan la cara vuelta hacía la espalda y la pierna izquierda torcida como la cara y además encogida; caminan la cubierta saltando sobre un pie y son esperpentos para toda la vida.
Ocurre de cuando en cuando que el Caleuche coge hombres de la costa, ya sea que los rapte o que algún loco salte a su cubierta. Unos y otros son hombres perdidos; al acabar la navegación y tocar tierra bajarán vueltos al revés como los que se quedaron a bordo, pero además, con la memoria perdida. No sabrán lo que vieron en el "Alumbrado" porque los "del Arte" quieren que su lengua suelta no vaya a entregar lo visto y aprendido. Con lo cual los idiotas pierden lo mejor que consiguieron desde que Dios les hizo, al dejar su memoria en la casa misma del portento.
Una sola hazaña de monstruo bueno se le conoce al Caleuche y es ésta: Alguna vez tomó el amor de su tripulante cristiano y sabiendo su apetito de hijo de Adán por el dinero, le entregó, en brulotes, el oro que quiso coger de su cala. E hizo más, consintiendo en atracar a tierra, frente a su casa chilota, y dejarlo acarrear los poderes hasta su puerta. La familia del servidor del Caleuche enriquecido de pronto y sin causa visible, y el padre siempre esquivó responder a quienes le preguntaron por una riqueza tan brusca y no hacía sino sonreír, a lo chilote ladino, sin soltar… confesión…
El Caleuche no se acaba y los que navegan en él tampoco, hasta que se pongan viejos. La brujería de tierra cuanta su vejestorios, pero las bestias del mar se ven siempre mozas y los "mudados" o "trocados" que lleva el Caleuche, respiran pura ráfaga marina, duermen el día y por la noche corren a la fiesta, y como ella es la marina de Ulises, no fatiga ni a demonios-patrones ni a los brujos-serviles.
El Caleuche y los caleucheros no se casan al llegar a las costas, donde las muchachas casaderas juegan en las dunas o recogen las almejas; ni en Llicaldad, ni en Trren-Trren, ni en Quicaví, sus patrias posibles, han robado nunca mozas, la gran bestia mora o sus brujos bautizados. Se quedan solteros, al igual del doctor Fausto. Y como no tiene mujer no hijitos, el Caleuche se parece al Judío Errante, que sólo lleva el aire a sus costados y la tierra que toma y deja.
Yendo por el mar austral, todos hemos cruzado al Caleuche sin verlo, cada marea del Sur tiene gusto y tacto del Caleuche, y el puelche patagón le ha puesto la mano encima aunque sea en el momento en que saca el pecho del agua.
Va y viene de vuelta el Caleuche; pero no se sabe hacía dónde navega para ir tan desaforado, ni qué encargo cumplió en el final de su viaje, que viene tan rozagante de vuelta. Y si hace el viaje por el viaje, será que, como los marineros, tomó el amor de la sal y no puede vivir en la tierra, donde nosotros bebemos agua dulce.
Los pescadores que trasnochan mar adentro, ven al costero y se lo pierden los que duermen en tierra a pierna suelta; los guardianes de faro de ojos puestos en el mar, lo han visto alguna o muchas veces, según sean ellos lerdos o milagreros; los que se quedan trasnochando en cabos o en peñas, se dan el gusto con espanto, de ver el Caleuche astral, gusto que más sirve para contarlo que para sentirlo… Un chilote de veras "vaqueano" de su archipiélago, chilote curtido de salmuera, siempre logra el suceso y llevará toda la vida los ojos encandilados por el barco de luces. Este chilote feliz compondrá el romance o corrido del Caleuche "sobre la mar alumbrada- como cosa de otra vida".
Pero los que mejor se saben al Caleuche aparte de los idiotas que él dejó escupidos en la playa, es lástima que no hablen más; son la gente barquera que el pirata ahogó volteándole la embarcación y que están en el fondo del agua pesada, con la lengua contadora comida de pulpos y los brazos gesteros quebrados por el pez sablista del abismo que llaman pez-espada.
(1) "Arte". Magia.

El Magallanes, Domingo 1º de Noviembre de 1936.

Recopilación Hugo Vera Miranda

Comments

1 comments to "Gabriela Mistral: "El Caleuche" de Chiloé"

Anónimo dijo...
16:18

interesante recopilacion
todo un suceso del hacker Hugo Vera
saludos
www.patagoniapop.blogspot.com

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