Puerto Natales y el primer turista

Por Hugo Vera Miranda

Recuerdo cuando niño que a Puerto Natales llegó un turista. Fue la primera vez que tuve la sensación de estar enfrente de un ser anormal. El turista era alto, barbado, pelo largo, ojos azules y hablaba en un idioma extraño matizado con algunas interjecciones en español. Lo llevaron a la escuela en donde yo medianamente aprendía. Nos juntaron a todo el puñado de alumnos y comenzó el show. El profesor que chapuceaba someramente el idioma de Shakespeare oficiaba de traductor. Nos relataba de su viaje, de cómo logró dar con nuestro paradero en la Última Esperanza, de cómo era la vida en otro cielo y de lo contento que se sentía de haber llegado al fin del mundo. Nosotros los niños de entonces escuchábamos sorprendidos. Después lo veíamos deambular por las calles del pueblo junto a una cohorte de niños y perros vagos que también miraban sorprendidos al primer turista que se asomaba al rocío de nuestra infancia.
Han pasado muchos años de aquel entonces. Ahora llegan los turistas por manadas, rubios, negros, azules y rojos; con túnicas, mochilas, valijas y viejos peinados raros, ya nada es como antes cuando llegó aquel primer turista. Casi todo el pueblo trabaja para ellos, camareras, guías, maleteros y chicos abriendo las puertas de los taxis. Ningún turista nos traerá el asombro de aquel que alguna vez llevaron a nuestra escuela. Ahora hasta nosotros somos turistas en esta, Natales City ¡yes yes!