miércoles, 28 de julio de 2004

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Osvaldo Wegmann: Los relatos de Mandradel

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En la "Antología Magallánica", tomo 2, aparece un cuento titulado "El arreo del gringo Johnny" del escritor Manuel Andrade Leiva, que pinta la vida de los ovejeros con los colores más fieles y, junto a las duras faenas de los arrieros, cuenta las penas y las alegrías de estos vagabundos de los caminos, que él tan bien conocía y que describía con mano maestra en sus relatos. Fui amigo de Manuel Andrade Leiva y tuve el privilegio de leer todo lo que él escribió, tanto lo publicado como lo inédito, menos "El infierno de los hombres solos", cuyos originales que me habían ofrecido, se perdieron en Puerto Natales poco después de su muerte.
Leer a Manuel Andrade Leiva es lo mismo que ponerse a escuchar un cuento, contado por un viejo campesino al amor del fuego, en una fría noche magallánica. Es que Manuel Andrade Leiva, como Jack London o James Oliver Curwood, es un autor que vivió la vida que cuenta, que convivió con sus personajes, durante el tiempo en que fue campesino en las estancias de la Patagonia. Antes había sido periodista en el diario "El Magallanes" y había colaborado en la "Revista Austral". En esos tiempos publicó sus primeros cuentos en el decano, no sabemos si antes o después de Coloane. Se nos ocurre que fue primero, debido a que Andrade Leiva era algunos años mayor que el autor de "Cabo de Hornos".
El año 1936 cayó en nuestras manos el primer libro de Manuel Andrade, editado en Punta Arenas, en los talleres de la Imprenta Yugoslava. El mismo decía en un "artículo a manera de entrada", que eran narraciones que posiblemente no llegaban al cuento, pero que eran la vida en pedazos, ajena y mía - según sus palabras - que he ido tirando a manos llenas, cual millonario a lo largo del enmarañado y abrupto camino. En este libro se incluyen quince relatos o cuentos, destacando entre ellos "Los tres puntos", que da el título al libro; "El hombre que peina diariamente a su muerta", "La venganza de Truco", "Y se entregaba llorando", "El impostor", "Eso no es miedo, es susto", "Murió en su propio ataúd" y "La flor de hielo". El libro fue prologado por el periodista José Kramarenko, con una hermosa portada de José María Robledano.
Al año siguiente, después de un viaje al Norte, con una prolongada permanencia en la Isla Grande, donde había nacido publicó un librito titulado "Chiloé visto a vuelo de pájaro por uno de sus hijos". Fue editado en la Imprenta "La Nacional" de nuestra ciudad, firmado con el seudónimo Mandradel, compuesto por las iniciales del nombre y apellido materno, con el paterno al medio. Como Mandradel firmaría más tarde muchas crónicas en la Revista "Ercilla", de la que fue corresponsal; en "Noticias Grádicas de Magallanes" y en "Actualidad Magallánica". En este opúsculo escrito a manera de diario de viaje, relata sus impresiones de un recorrido en barco, describiendo su reencuentro con la tierra nativa; los problemas de la isla, destacando el de los caminos, para el desarrollo de la agricultura; se refiere a la mitología chilota, destacando al Caleuche. Y tiene palabras de estímulo para señalar la labor constructiva de algunas autoridades de la época.
Mandradel no se quedó ahí. Siguió escribiendo y publicando. A comienzos de 1939, en un viaje por la Patagonia argentina, encontramos en una librería de Comodoro Rivadavia, el tomo de cuentos "Pa...thagón", de Manuel Andrade Leiva, publicado nada menos que por la editorial Tor de buenos Aires, con prólogo del prestigioso escritor chileno Juan Marín, el autor de "Paralelo 53 Sur". El libro contiene doce narraciones y cuentos entre los cuales destacan "Pa..thagón", "Flor sensitiva", "Para chilenizar a Magallanes", "El don Juan de las pampas", "El cortejo fúnebre de una sola persona", "Preferencia", "El misterio de los tres cerros", "Cuando caen los zeppelines" y "El hombre que se reprochaba a si mismo".
Mandradel nació en Castro en 1906. Estudió en el Liceo de Puerto Montt y comenzó a escribir muy joven, cuando llegó a Magallanes. Aquí colaboró en diarios y revistas, publicó varios libros y dejó inédito un libro de cuentos y una novela. Obtuvo premios en el género del cuento en diversos concursos literarios. Murió en Puerto Natales hace alrededor de diez años.
Conocimos a Mandradel en Natales en 1940. El autor trabajaba como carpintero en la "Estancia Sofía", cercana a la frontera, y solía llegar al vecino puerto, donde tenía una hermana casada y un gran amigo periodista, que era el Gobernador de Última Esperanza Salvador Sackel. Solíamos reunirnos a menudo para hablar de literatura, frente a una mesa cordial. Mandradel era un hombre amistoso, muy parco, modesto hasta la exageración. Un día nos entregó un cuento, para que le diéramos nuestra opinión. Resultó ser este "El arreo del gringo Johnny", que conservamos tantos años y que la Sociedad de Escritores de Chile, filial Magallanes, seleccionó para la Antología del Cuento Magallánico, que acaba de aparecer. Es un justo reconocimiento a la capacidad de este escritor, que está entre los primeros cuentistas de Magallanes, como Francisco Coloane, Juan Marín, Enrique Campos menéndez, Rosa de Amarante y José grimaldi.


La Prensa Austral, 3 de diciembre de 1981

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