jueves, 12 de agosto de 2004

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Poemas de Pavel Oyarzún

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Rimbaud

No hay descanso para el insigne en la búsqueda frenética:
el oro del Sol.

Arden las arenas de África al paso de este hombre.
Fe y blasfemia al mismo tiempo,
y casi no hay tiempo,
ni agua,
ni piernas para la marcha ( la pierna derecha en ruinas:
espantad las moscas;
el zumbido de la muerte).
Dios se ahoga en su boca: escupe sangre.

No hay descanso. Va tras el oro del Sol,
para apagar su sed de luz,
poseído por la santa fiebre,
bajo terribles dolores,
alucinado

- El horizonte que le divide los ojos en dos hemisferios
es una marca de nacimiento-

No hay paz para su alma, con los pies en la tierra,
o arrojado al piélago que llama desde lejos,
en los arrecifes - voz hundida de arenales -
acantilados,
piedras y ultratumba.

Partir es delirio; llegar es abismo.
Dos caras de la moneda. De todas las monedas del aire
- oxígeno arduo para el que avanza en el yermo-

No hay destino digno, y por lo tanto verídico
sobre la faz del día.

No hay dónde quedarse en este mundo
sin entregar el corazón a la parálisis.


Sólo queda el camino,
caminar.

Quietud es lepra.

La ruta de este hombre es temible.
Es trabajo de bestias en la cantera del tiempo.
Es guerra a cuchillo con el presente.

Entonces,
movimiento perpetuo.
La marcha y el insomnio.
Arder en la realidad del cielo.

- Emprendió viaje en dirección del Sol, como Icaro,
pero no ha caído-




Los pasos ciegos

En memoria de César Vallejo.

Caminar con pena durante horas,
tragando mucho aire envilecido y doliente
al mismo tiempo.

Caminar con rumbo ciego.

Caminar y caminar durante horas enteras,
con una pena de médula y de osamenta.
Dar miles de pasos tristes en el paseo.
Caminar por inercia.
Caminar en círculos.
Caminar en línea recta.
Volver sobre los pasos.

Salir a las bocacalles.
Entrar a los bandejones.
Detenerse en las esquinas.
Girar sobre los talones entristecidos.
Seguir la marcha hasta el cansancio.

Caminar para matar el tiempo del llanto.
Caminar ensombrecido hasta los huesos.
Caminar de rumiante y de siniestro.
Caminar de luto y de asesino.

Caminar,
Caminar con pena durante horas,
en solitario,
sin Dios ni ley.



Esenín

En las inmensas llanuras de Rusia,
La aldea de Constantinovo podría no haber existido.
Ser un punto imaginario realmente.
O la sombra de un caballo muerto sobre la nieve.
Un abismo de hielo.
Una alucinación en la ventisca.
Un espejismo labrado por el dolor los mujiks.

Pero allí nació Esenín. Serguei Esenín.
Allí la crianza única de su canto de soberano granuja
en los
trigales.
Todas las aguas del río Oka pasaron por el cauce de sus ojos.
Todas las canciones de su pueblo
dieron frutos en el árbol de su boca.
Todo el licor de la "Rus" maduró en la copa de sus manos.
Allí creció su corazón de ave migratoria.

Un día dejó su aldea
( dejó al niño que fue, mirando tras el ventanuco rústico
de
la isba).
Marchó a las temibles ciudades.
Anduvo entre muros.
En calles lisa y llanamente tristes.
Hizo rodar la manzana de su infancia
a los pies de las multitudes,
bajo el alumbrado público,
Cruzó la noche de orilla a orilla.
Probó mujeres y vinos: apagó la sed de otro tiempo
Allí, entre la muchedumbre, habló del reino de la infancia.
La secreta canción del viento en las espigas:
El lento paso del día aguas abajo;
los abedules, los espíritus del pantano, los animales.

Marchó con el pueblo. Se envolvió en las consignas
a todo pulmón,
en las horas de la revuelta: había señales en las alturas,
y en plena calle. El mar de los hombres:
La revolución.
El asalto al cielo por un instante.

- El más amado de los poetas bajo el sol de Rusia -

De una ciudad a otra, sin embargo,
Esenín bajaba los ojos de mujik sin tierra,
ante las avenidas y callejones a la vista
-a años luz del niño pescando en el río-

Y fue un desalmado de sí mismo.
Un nudo ciego para su vida.
Caía como fruto amargo en Moscú,
San Petersburgo, Berlín, París, Nueva York,
Leningrado
( caían las hojas en el árbol de la memoria).

Dio con su propia sangre, finalmente,
en un cuarto de hotel

Despedida de este mundo y saludo,
con el sombrero en alto, al mismo tiempo.
Abrazó a la muerte como a una muchacha en un baile.

Lo espera el camino a Constantinovo desde entonces




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