Primero se preocupó, acudió a Carabineros para presentar la denuncia, lo hizo por presunta desgracia, según su testimonio luego de una discusión, su esposa se había ido de la casa y no regresó, presentía que algo malo le había sucedido, temía un secuestro.
Tuvo que repetir la
historia una y otra vez, incluso dio una entrevista a un diario del pueblo
donde se defendía de los rumores que lo sindicaban como responsable. Hasta su madre debió viajar desde el norte
para acompañarlo y ayudarle a cuidar a los niños, porque ella no regresaba ni
daba señales de vida.
El martes, después de
almorzar, habló con su madre, le dijo que al confirmar que ella le era infiel, la
había asesinado estrangulándola, si bien vivían bajo el mismo techo, ellos
estaban separados y no soportó la “perfidia
de su amor”. Al principio la tuvo oculta bajo la escalera pero, aprovechando
su condición de chofer del camión recolector de basura, la fue a arrojar al
vertedero municipal entremedio de otros desechos algunos también orgánicos, con la esperanza que la basura citadina cubriera
de un manto sucio los vestigios de su crimen.
Se entregó en la
fiscalía y acompañó a la policía a desenterrar el cuerpo, luego de horas de
intensas faenas este apareció tal como lo había dejado en una bolsa plástica y
envuelto en una sabana verde amarrada con cinta adhesiva fue, en tal instante, que se percató que era 5
de noviembre, recordó que en una fecha similar se habían casado, pero los
últimos años no festejaban el aniversario de matrimonio porque estaban
distantes, este año y los venideros tampoco, sintió como que le corría una
lágrima. Pidió disculpas.
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