lunes, 12 de mayo de 2014

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La ansiedad del arquero

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Por Pepito El Breve



Como es de público conocimiento en el fútbol el puesto de portero es el más depresivo y despreciado de todos no solo por la soledad en que se encuentra en el césped rectangular, debe abrazarse a si mismo cuando su equipo anota un gol sino que, también en la soledad misma, soportar casi en los oídos los insultos vociferantes de la barra contraria y en ocasiones la propia, ubicada atrás del arco.

En los miles de partidos que se juegan diariamente en el planeta, las espectaculares atajadas de los arqueros se desvanecen en la memoria colectiva de los espectadores y compañeros de juego, y solo queda el recuerdo del grosso error del guardameta que terminó con el balón traspasando la línea de gol. Mascullando una solitaria culpa queda para el consuelo noctámbulo del arquero rememorar sus vuelos de pájaro que desviaron el balón y evitaron otros goles.

En la Argentina Amadeo Carrizo y Sergio Goycochea pudieron sobrellevar su angustia en base a su habilidad para atajar penales, el primero con una técnica exquisita vistiendo la camiseta de River Plate que lo llevó al sitial del mejor ataja penales en la historia del fútbol argentino, el segundo vistiendo la albiceleste nacional con menos recursos pero con tamaña suerte que ya se la quisieran los arqueros de las selecciones que próximamente disputarán el mundial de fútbol Brasil 2014.

Debo confesar que también tuve yo mi paso bajo los tres palos, fue en un campeonato barrial de la segunda infantil del Club Deportivo Corhabit de Puerto Natales, allá por lo años 70 en la mítica cancha de mazacote ubicada atrás del taller mecánico de Menéndez.

Mi primo Toño, quien entrenaba al equipo de honor, tuvo la genial idea de probar jugadores al organizarse un hexagonal, a sabiendas que yo era más bien regularcito con el balón en los pies, tampoco sabía jugar de lauchero, ni tenia fuelle para trabajar de cinco, menos quitaba balones y de defensa era un pasadizo lo anterior, sin embargo, no mellaba mi ímpetu futbolero para evitarme una frustración infantil que hubiese de marcar mi posterior desarrollo como adulto, pese a mi escasa estatura decidió comenzar a entrenarme de arquero, aprendí a embolsar la pelota y a tirarme a ras de suelo, eso sí siempre para un lado.

Recuerda mi primo que en mi debut tuve atajadas y voladas espectaculares, aunque perdimos ocho a cero. Al finalizar el campeonato fui entrevistado en el programa deportivo de Radio Paine, mi equipo salió último y con la valla más batida aún así estaba orgulloso, me había destacado en algo, cuando el locutor me preguntó a qué se debieron los goles, como portero que se precie culpé a que mis defensas se iban todos para adelante y así era fácil que me fusilaran.

Lo anterior mas que apocarme me sirvió para mi vida deportiva y escolar futura ya no importaba que en las pedidas de las pichangas del recreo o clase de Educación Física me eligieran al último pues sabía que igual jugaría hasta que tocara la campana porque reconozcan ustedes ¿a cuántos les gustaba jugar de arquero? tenía entonces mi puesto asegurado.

He intentado inculcarles el amor por el fútbol a mis hijas y si bien la mayor trata de dominar el balón eso es a lo que más aspira, culpa de ese rebote de baloncesto que le apasiona, lo más cercano del fútbol que han estado ha sido el balonmano pero nunca al arco.

Ayer mi hija menor a quien le gustan los deportes individuales, me comentó que tuvo en su colegio su primera experiencia de arquera, me sentí dichoso el oficio familiar perduraría y aunque fuera en hándbol y la pelota es más chica, qué importa que se juegue con la mano si igual tiene arco y hay que atajar goles, mis expectativas al fin se cumplirían y la visualicé orgulloso como una futura seleccionada del colegio, pero mi sueño duró poco, me dijo que nunca más jugaría y al preguntarle sus razones me las cantó al tiro: “Ah claro, para que me griten "¡Ataja po’ miéchica!".

Comprendí entonces a Johnny Herrera, y que no que es por irresponsable o poco juicioso, no vayan a decir que a propósito, quebrantó su condena de prohibición de conducir automóviles dictada por la justicia en dos condenas en la que se ha visto involucrado una por cuasidelito de homicidio a raíz del atropello de una joven que significó la muerte de esta y, posteriormente, otra por conducción en estado de ebriedad que le significaron a la postre la cancelación de su licencia por dos años en cada una de las causas.

Quizás si Johnny está ansioso, a lo mejor hasta angustiado, quiere que lo formalicen, le dicten arraigo nacional y en caso de que Bravo se lesione o no ande bien, se libre de enfrentar a Robben, Iniesta o Xavi en el Mundial y le griten, ustedes ya saben qué.

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