Giorgio Jackson y Camila Vallejo bendiciendo a una pequeña niña revolucionaria. |
Los aires revolucionarios están de vuelta en el país y no es por cierto la de Lenin y Stalin, ni la de Mao, tampoco la guevarista, ni siquiera la de Ho Chi Minh, menos la sandinista, sino que la Revolución Democrática, ello después que el Servel rechazara inscribir el nombre del partido de Giorgio Jackson.
El director consultivo del Servel Patricio Santamaría dijo que se objetó porque la ley establece que no pueden ser adoptados como nombres palabras o actos contrarios a la ley, o acciones contrarias a la paz social y la ley no les permite hacer reparos. Y eso que Santamaría, que fue subsecretario de gobierno y militante DC, si su local de votación coincidió con el distrito de Jackson de seguro votó por él.
Políticos, historiadores, lingüistas y semiólogos debaten orgásmicamente sobre la semántica revolucionaria. Y los zurdos, usando la reciente terminología papal, aunque Meo y Boric se piquen, a Giorgio Jackson lo están encontrando parecido a Luciano Cruz, otros a Miguel Enríquez y para varios tiene un aire de Rodrigo Ambrosio.
Hasta el socialista ministro Secretario General de Gobierno, Marcelo Díaz, quien se negó a competir con Jackson por el distrito de Santiago Centro, dijo que “nadie supone que Revolución Democrática busque por el nombre subvertir el orden establecido”. Algo de razón tiene el ministro porque, como se decía en los setenta, si la Revolución se hiciera con máquinas de escribir, en Chile ya habría triunfado.
Pareciera ser, entonces, que la Revolución de Giorgio, es un mero antojo retórico, nada más un toque bohemio y romántico, una base de maquillaje poético con que empolvarse en el tocador.
Pero hubo en Colombia un poeta, Gonzalo Arango, quien en los años sesenta en medio del fervor de la violencia revolucionaria fundó un movimiento poético y político al que llamó “Nadaísmo”, que tenía “La malvada intención” de cambiar la mentalidad de los jóvenes y que fueran a pedirles cuentas a sus mayores. El movimiento duró unos años y desapareció.
Jackson, no es de aquellos, sino un chico de buenas intenciones que busca con Revolución Democrática “hacer precisamente los cambios a través de la democracia”, en tal caso mejor nombre sería “Reforma Democrática” y se evitaría malos ratos.
Lo que es a mi, el policonsumo frenó mi ímpetu revolucionario, de aquellos años guardo una pretenciosa malvada intención, quiero algún día llegar a ser de culto, pero ello es imposible, tanto como que a Giorgio Jackson se le pase por la mente volverse revolucionario, porque su mayor rebeldía la expresa en no usar corbata.
El director consultivo del Servel Patricio Santamaría dijo que se objetó porque la ley establece que no pueden ser adoptados como nombres palabras o actos contrarios a la ley, o acciones contrarias a la paz social y la ley no les permite hacer reparos. Y eso que Santamaría, que fue subsecretario de gobierno y militante DC, si su local de votación coincidió con el distrito de Jackson de seguro votó por él.
Políticos, historiadores, lingüistas y semiólogos debaten orgásmicamente sobre la semántica revolucionaria. Y los zurdos, usando la reciente terminología papal, aunque Meo y Boric se piquen, a Giorgio Jackson lo están encontrando parecido a Luciano Cruz, otros a Miguel Enríquez y para varios tiene un aire de Rodrigo Ambrosio.
Hasta el socialista ministro Secretario General de Gobierno, Marcelo Díaz, quien se negó a competir con Jackson por el distrito de Santiago Centro, dijo que “nadie supone que Revolución Democrática busque por el nombre subvertir el orden establecido”. Algo de razón tiene el ministro porque, como se decía en los setenta, si la Revolución se hiciera con máquinas de escribir, en Chile ya habría triunfado.
Pareciera ser, entonces, que la Revolución de Giorgio, es un mero antojo retórico, nada más un toque bohemio y romántico, una base de maquillaje poético con que empolvarse en el tocador.
Pero hubo en Colombia un poeta, Gonzalo Arango, quien en los años sesenta en medio del fervor de la violencia revolucionaria fundó un movimiento poético y político al que llamó “Nadaísmo”, que tenía “La malvada intención” de cambiar la mentalidad de los jóvenes y que fueran a pedirles cuentas a sus mayores. El movimiento duró unos años y desapareció.
Jackson, no es de aquellos, sino un chico de buenas intenciones que busca con Revolución Democrática “hacer precisamente los cambios a través de la democracia”, en tal caso mejor nombre sería “Reforma Democrática” y se evitaría malos ratos.
Lo que es a mi, el policonsumo frenó mi ímpetu revolucionario, de aquellos años guardo una pretenciosa malvada intención, quiero algún día llegar a ser de culto, pero ello es imposible, tanto como que a Giorgio Jackson se le pase por la mente volverse revolucionario, porque su mayor rebeldía la expresa en no usar corbata.
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