POR NATALINO
ORIUNDO de una isla de Chiloé habíase dejado caer por estos pagos en busca de una mejor suerte, y después de varias tentativas infructuosas en los frigoríficos, consiguió de un buen amigo y coterráneo un caballo; y animado del característico optimismo del chilote, se pasó "al otro lado del alambre".
Pasaron algunos años e improvisadamente un buen día se dejó caer en una estancia chilena de lanares, en el momento en que el peonaje cargaba algunos camiones con fardos de lana.
Buena oportunidad se le presentó para lucir sus colosales fuerzas y su "acuyanado" acento en el hablar. Dirigiéndose a uno de los peones le dijo.
-"Pónete y cargáte un fardo a ver cuanto aguantás".
El peón se hechó el fardo a la espalda y así dio algunos pasos.
-"A ver, ahora ponéte vos - volvió a decir el recién llegado a otro de los peones.
El aludido cargó el fardo y con él en la espalda logró dar algunos pasos más que el compañero.
-"Muy bien, té sabés portar, ché - dijo el argentinizado - y tanteando el fardo agregó: "Ahora me toca yo".
Pasaron algunos años e improvisadamente un buen día se dejó caer en una estancia chilena de lanares, en el momento en que el peonaje cargaba algunos camiones con fardos de lana.
Buena oportunidad se le presentó para lucir sus colosales fuerzas y su "acuyanado" acento en el hablar. Dirigiéndose a uno de los peones le dijo.
-"Pónete y cargáte un fardo a ver cuanto aguantás".
El peón se hechó el fardo a la espalda y así dio algunos pasos.
-"A ver, ahora ponéte vos - volvió a decir el recién llegado a otro de los peones.
El aludido cargó el fardo y con él en la espalda logró dar algunos pasos más que el compañero.
-"Muy bien, té sabés portar, ché - dijo el argentinizado - y tanteando el fardo agregó: "Ahora me toca yo".
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