Por Edgardo Cea Oyarzún
Navegar por la
desmembrada geografía marítima del austro chileno, formada por una red de
intrincados fiordos y canales, siempre representó un gran desafío para los
marinos de todas las latitudes, quienes comenzaron a aventurarse por esta zona
extrema a partir del siglo XVI, experimentando el riguroso e implacable clima
austral, que exige al navegante poner a prueba sus conocimientos, habilidades y
destrezas para surcar su compleja geografía marítima.
Muchas páginas de la
historia patagónica relatan los naufragios ocurridos en los mares australes y
uno de ellos atrae particularmente la atención por su cercanía histórica, se
trata del accidente que afectó al barco mercante
estadounidense “Santa Leonor”.
El naufragio pudo haber
pasado como uno más de los tantos ocurridos en los peligrosos canales australes
si sus bodegas no hubieran sido saqueadas, sus productos comercializados en
distintas localidades de la Patagonia chileno – argentina y algunos supuestos
responsables llevados a responder ante la justicia. En todo esto, hubo gente de
Natales involucrada, de ahí su connotación.
Los hechos ocurrieron
de la siguiente manera: La madrugada del día domingo 31 de marzo de 1968, la
Radio Estación Naval “Magallanes”
captó el desesperado llamado de auxilio lanzado desde el barco mercante
estadounidense “Santa Leonor”, que
navegaba en el sector de los canales. La nave había chocado violentamente con
un cúmulo de rocas submarinas frente a la isla “Isabel”, en el sector del Paso “Shoal”, a 196 millas (unos 363 kilómetros ) de
Punta Arenas. El barco comenzó a inclinarse rápidamente y la tripulación, que
en su mayoría dormía, fue despertada por el violento impacto logrando reaccionar
a tiempo, lanzándose a las frías aguas para salvar sus vidas.
Apenas recibido el
S.O.S, la Armada dispuso el zarpe inmediato del remolcador de alta mar “ColoColo”, que se encontraba anclado en
el puerto de Punta Arenas en comisión de
servicio, a fin de prestar los primeros auxilios a los sobrevivientes. A la
acción naval se sumó la Fuerza Aérea ,
la que en horas de la mañana de aquel día domingo envió hasta el lugar a un avión de reconocimiento que
despegó desde bahía “Catalina”. De
acuerdo con la información proporcionada por los diarios de la época a las 9:45
horas, el avión sobrevoló el sitio del naufragio avistando a dos grupos de
sobrevivientes y al barco accidentado, este último escorado (inclinado) a unos
50 grados de estribor (lado derecho) sobre el islote “Adelaide”.
El “Santa Leonor”, de
8.007 toneladas y 492 pies
de largo, era de propiedad de la compañía naviera norteamericana “Grace Line”. Viajaba de Buenos Aires a
Valparaíso, transportando una valiosa carga de mercaderías y maquinarias. En
aguas chilenas, este buque recaló en bahía “Posesión”, donde su capitán Donald Johnson, contrató al práctico (o
guía) chileno Ernesto Ruiz Muñoz,
zarpando de dicho punto a las 9:30 horas del día sábado 30, con siete pasajeros
(seis de los cuales eran mujeres) y cincuenta y un tripulantes a bordo, todos
los cuales se salvaron del naufragio, alcanzando a nado los islotes situados en
el área del suceso.
Informada
preliminarmente de la situación, la Gobernación Marítima de Punta Arenas ordenó
que todos los barcos que se encontraban en las cercanías del “Paso Shoal” se dirigieran a este punto
para rescatar a los pasajeros y a la tripulación.
El primero en llegar al
sitio del suceso fue el petrolero nacional “Cabo
de Hornos”. El buque tanque que navegaba en dirección a Punta Arenas enfiló
de inmediato hacia el lugar del accidente, arribando a las 11:45 horas del
mismo día del hecho, procediendo a rescatar a los náufragos. Como medida
precautoria, la Tercera Zona
Naval dispuso el zarpe del patrullero “Lientur”
para colaborar en las faenas rescatistas y reunir antecedentes del suceso, los
que servirían para instruir el sumario correspondiente al caso.
Los rescatados, todos
de nacionalidad estadounidense (dos de los cuales eran chilenos nacionalizados
norteamericanos), se encontraban en perfectas condiciones de salud. Llegados a
Punta Arenas, los siete pasajeros y cuarenta y tres tripulantes viajaron en
avión a Santiago, donde abordaron un nuevo vuelo que los llevó a Estados Unidos.
Los restantes ocho tripulantes debieron quedarse en la capital regional para
efectos de emitir sus declaraciones en el sumario administrativo que dispuso la
Marina Mercante Nacional.
Meses después de haber
ocurrido el naufragio del barco, en diciembre de 1968, el Servicio Nacional de
Salud presentó al Juzgado de Letras de Punta Arenas un escrito reclamando ser
heredero sobre los restos náufragos del mercante estadounidense “Santa Leonor”,
semihundido en el “Paso Shoal”. La
demanda hecha por la entidad estatal se apoyaba en una antigua Ley de
Navegación, específicamente en el artículo 135 del mencionado cuerpo legal que
dice: “cuando una nave nacional o extranjera se fuere a pique en cualquier
parte del litoral de la República, la autoridad marítima respectiva requerirá
tanto a los propietarios como a los interesados en la carga para que
comparezcan y declaren si proceden o no a su extracción. En el caso de no haber
comparendo en un tiempo máximo de dos meses, la nave, su aparejo y la carga se entenderán
abandonados y por ese mismo hecho pertenecerán al hospital del Departamento
correspondiente al lugar del naufragio”.
La ley establecía
también que si el hospital no iniciaba los trabajos de extracción en el plazo
de dos meses de ocurrido el accidente, cualquier habitante del Departamento
podía reclamarlo como suyo y proceder a levantarlos, previa autorización de la
Gobernación Marítima.
Las crónicas de la
época informaban de los cuantiosos robos de que había sido objeto el mercante
“Santa Leonor”. El diario “El Magallanes” daba cuenta de que: “el
monto de lo robado era altísimo y en ellos habían tenido participación
tripulantes de distintas embarcaciones menores de la flota regional. El
cargamento más valioso que desapareció en su totalidad, consiste en 48 motores
marca Ford, consignados a Valparaíso y de los cuales, solo pudieron ser
ubicados ocho de ellos vendidos a particulares de Natales y Punta Arenas. Así mismo, un cargamento de café brasileño,
por un valor de 400 mil dólares, fue robado del buque en su totalidad, al igual
que una partida de carne enlatada con un valor en dólares similar. Esta
mercancía fue vendida en Puerto Natales, Punta Arenas y de preferencia en los
mercados argentinos de Río Turbio y Río Gallegos”. (Citado en; Crónicas
del domingo: “A ocho meses del
hundimiento”, 11 de diciembre de 1968).
Los lancheros
involucrados en los hechos no eran pocos. Los medios escritos y hablados de la
región informaban que en el Juzgado del
Crimen de Última Esperanza se
sustanciaban dos sumarios por robo y hurto de especies del citado buque. Sin
embargo, mientras esto ocurría en los tribunales natalinos, nuevos informes
daban cuenta de nuevas acciones vandálicas de la que era víctima el “Santa
Leonor”.
En efecto, el
Comandante del remolcador “ColoColo”,
encargado de monitorear al buque accidentado, informaba a la Tercera Zona Naval
que en una nueva inspección realizada al barco, los camarotes de babor se
encuentran en completo desorden, ropas y elementos personales estaban botados
sobre el piso, lo que permitía suponer que nuevamente “piratas” han visitado la
nave, buscando artículos de valor y botando todo en su apresuramiento por
encontrarlos.El oficial terminaba informando que la bodega de proa se
encontraba totalmente sumergida y la de popa aún no había podido ser examinada
por tener las escotillas cerradas.
Los informes técnicos
respecto al estado en que se encontraba el barco tampoco eran alentadores. Las
inspecciones hechas al casco del mercante por buzos del remolcador “ColoColo” no fueron suficientes para
formarse una idea precisa sobre la estabilidad de la nave. Los fuertes vientos,
el petróleo derramado en el agua y las peligrosas corrientes que arreciaban en
el sector, impedían realizar una revisión exhaustiva y prolongada del barco.
Por otra parte, el
oficial puntualizaba que de la cubierta del barco la única carga que podría ser
rescatada, era la formada por una partida de tambores de jugo concentrado,
aunque la acción en sí constituía una difícil y riesgosa maniobra. Como
no era factible destrincar los casi 300 tambores de
una sola vez, pues caerían en forma incontrolada al mar, se requerían
embarcaciones menores motorizadas para intentar una faena que se fuera
realizando de a poco, condición que había favorecido la acción de “piratas”
natalinos, los que empleando embarcaciones pequeñas, lograron retirar una buena
partida de estos tambores.
El señor Comandante del
“ColoColo” concluía su informe subrayando que, según su apreciación personal,
los armadores, el seguro y la empresa dueña de la carga, deberían dar a la
misma por perdida, ya que en su opinión el valor relativo del cargamento a
recuperar no era comparable con el alto
costo que demandaba su rescate.
En medio un agitado
debate técnico y judicial que se había formado entorno al naufragio del
mercante estadounidense, la Gobernación Marítima de Punta Arenas dio a conocer
a la opinión pública que se iniciarían las labores de rescate de los restos
náufragos del “Santa Leonor”. En efecto, ocho meses después del accidente, un
diario de la Región
entregaba detalles al respecto: “Con un completo equipo de hombres ranas,
premunidos de modernos elementos de salvataje, se dio comienzo al rescate de
los restos náufragos del mercante norteamericano “Santa Leonor”. Dirige estas
faenas el experto chileno en rescates navieros, Alfonso Navia”. El rescate se
realiza por cuenta de la firma liquidadora de seguros de Nueva York,
MighamEngler Jones and Jos, además de la empresa armadora (la firma Grace y
Cia.) y la empresa propietaria de la carga. A la labor realizada en superficie
(fuera del agua), seguirán las submarinas y durante su desarrollo habrá que
levantar elementos de hasta 46 toneladas de peso”.
El diario informaba
además que la empresa armadora del barco y la empresa propietaria de la carga,
donarán a la Armada de Chile todos los elementos de navegación y maniobras que
sean recuperados.
En cuanto a las
dificultades que deberían enfrentar los rescatistas, se destacaba como la
principal la eslora del buque que estaba en casi 80 grados, con su cubierta
prácticamente en posición vertical. A ello se sumaban las rigurosas condiciones
atmosféricas y marítimas, propias de la zona. Los rescatistas centraron sus
esfuerzos en recuperar en primer lugar una potente planta eléctrica alojada en
una de las inclinadas bodegas de la nave.
Se estimaba que dicha planta era capaz de abastecer con energía
eléctrica a una ciudad como Valparaíso. Esta había sido construida en Sao
Paulo, Brasil, y su destino era el puerto colombiano de Buenaventura. Su tamaño
y gran peso evitaron que fuera robada a pesar de haber quedado expuesta.
Lo primero que
recuperaron los hombres ranas, fueron los ventiladores del sistema de
enfriamiento de la planta, además de un cargamento de cilindros de gas neón,
transformadores, válvulas y manómetros que eran también parte de la planta
eléctrica. Bajo el agua los buzos detectaron un cargamento de
400 a 500 tambores de jugo concentrado
intacto. Encontraron además un cargamento de ágata (un tipo de cuarzo) también
de origen brasileño, destinado a ser utilizado para joyería falsa en Estados
Unidos. También dieron con una partida de aproximadamente 30 mil palos de
escobas, consignadas igualmente al mercado norteamericano.
Toda la carga que se
recuperó del naufragio, fue transportada a Estados Unidos, a fin de registrarlo
como evidencia del rescate ante la empresa aseguradora respectiva.
Comments
11 comments to "Hundimiento del Santa Leonor"
18:06
Que bueno, sorprendido por los datos, leí el libro citado, es un gran trabajo de investigación.
En natales fueron muchos los "ilustres vecinos" (algunos hasta premiados con medallas) que compraron productos y maquinarias robadas de este barco, pero como siempre a ellos ni los tocaron, en cambio a los pobres pescadores los culparon de piratas y los tuvieron en la cruz.
23:27
Podrían dar nombres señores.
13:28
Caro le costó al capitán Donald Johnson la contratación del práctico Ernesto Ruiz Muñoz. Muy Caro también todo para la empresa armadora. Caro para la empresa de seguros. Caro muy Caro para la firma liquidadora. Caro todo. Todo muy Caro. Más que Caro. Caro.
17:24
Hugo, aquí también están costando caros los desmanes de los diferentes gobiernos democráticos, véase caso Bárcenas. Y calladitos porque parece que todo el mundo tiene algo que ocultar.
Vivo en el mediterráneo levantino y ahora andamos calentitos.
Un abrazo
Valeria
17:41
La vela de la Cospedal Valeria. Acá con un poco de frío. Un abrazo.
01:12
Si, costó muy Caro el asunto. Pero también varios motores del Santa Leonor quedaron atrapados en La Arenas del mar... o no profe Cea.
13:35
Esta breve historia es casi una leyenda en Natales amigo Eleazar. Lo concreto es que medio pueblo se vio involucrado comprando café, carne enlatada, jugos y otros productos menores que se vendían de casa a casa.Es cierto, los más potentados compraron motores y otras maquinarias. Ahora, lo curioso es la facilidad con que pasaron estos productos y maquinarias al Turbio, y Río Gallegos.
Creo que todos tomamos un poquito de algo de ese barco.
20:37
Grande profesor, gusto de saludarte.
Que bueno que estés retrotrayendo buenas historias de tu pueblo. También disfrute el boxeo natalino en otra de tus crónicas. Felicitaciones por tu libro (o mejor dicho tus libros).
Un abrazo de tu colega
Eleazar
14:09
A demás del gordo Caro, otros funcionarios públicos ya fallecidos ¿vivirán aun en Natales testigos o ex involucrados de este naufragio piratesco?.
14:37
Un pajarito me contó -creo que fue un gorrión- que un tal Víctor Larenas -el inefable Víctor Larenas- se volvió un poquito rico vendiendo motores extraídos del Santa Leonor. Ya sabemos que en Natales los pájaros hablan.
23:13
Otra avecilla me contó también que un par de motores se quedaron en una galosinería del pueblo y de ahí fueron revendidos, pero del local nadie fue acusado, es más, ni siquiera citado a declarar.
Como dijo mi abuelo. En todo tiempo y en todas partes se cuecen abas.
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