La Moneda tenía puestas las esperanzas que en una centenaria perfomance antipoética, contra todos los pronósticos Nicanor Parra no los dejaría con los crespos hechos y el gabinete en pleno le ayudaría a apagar las velas; algunos habían dejando de fumar por una semana, mientras otros prefirieron subir escaleras y no usar ascensor cuando iban al congreso, todo con el fin de oxigenizar el cuerpo y mejorar la capacidad aeróbica.
Hubo quienes se sobaban las manos porque le propinarían el consabido tortazo; la Banda de Guerra del Ejercito ensayaba el Happy Birthday To You, que con guaripola y todo tributarían al vate -aunque a lo mejor el preferiría que lo llamara bate, como el beisbol para pegarle el palo al gato y por cierto a otros tantos- el que, para que todo salga de pelos, vía espiritismo sería vocalizado desde ultratumba por esa sueca que le ha denostado y que le impide ganar el Nobel. Dicen que hasta el conejo blanco de Alicia, la liebre, el relojero loco y la misma niña, corrían ayer por la Alameda festejando el no cumpleaños.
Pero nada de eso ocurrió porque Parra no se presentó, y no porque padeciera un ataque del síndrome de Peter Pan, ese que no deja crecer y detesta festejar cumpleaños, sino porque siendo las 11:30 de la mañana del viernes 5 de Septiembre de 2014 en el Juzgado de Garantía de Punta Arenas el ciudadano Nicanor Parra, almidonado y compuesto, a diferencia del ex ministro Mañalich, se presentaba ante el tribunal es que don Nica, si algo tiene, es talante y vocación republicana.
Allí, en un audiencia programada, fue formalizado por un fiscal de apellido “El Poder”, que le comunicó que se investigaba su participación como imputado en los delitos de ofensas al pudor y las buenas costumbres, argumentando que la antipoesía parriana vino a sacudir los cánones de la académica lírica estructurada incorporando una serie de clichés y lugares comunes y, así, cualquiera puede dárselas de poeta. Además le acusó de negligencia y mala praxis poética, prueba de ello es su obra “El Pago de Chile”, la que calificó como un peligro para la salud pública de la población nacional, porque Chile -dijo- es un país de poetas y, en ningún caso, de antipoetas.
Por tales ilícitos, el fiscal pidió como medidas cautelares que se le aplicasen a Parra las de prohibición de acercarse a la escritura y quedar recluido en una casa de lata sin posibilidad de ver el mar. Tales gravosas medidas el fiscal las justificó con que, en caso de ser condenado, Parra se exponía a las penas del infierno, al respecto, agregó, que Don Sata hace ratito que lo está esperando y ya como que se está aburriendo.
El ciudadano Parra, quien no se inmutó ante los hechos guardó un sepulcral silencio. La defensa de don Nica, acorde a su jovialidad, recayó en un defensor penal juvenil, que estaba presto a contra argumentar, incluso se había preparado toda la noche leyendo “Obra Gruesa” y “Los Artefactos”, pero, fue interrumpido, abruptamente por el magistrado, quien hizo un receso en la audiencia porque daban las doce del día y era tiempo de leer el “Hombre Imaginario” en voz alta en todo el país.
Fue la oportunidad para que Nicanor Parra dijera, “Ah no, yo me mando a cambiar”, dicho y hecho agarró sus pilchas y se nos fue nomás.
Hubo quienes se sobaban las manos porque le propinarían el consabido tortazo; la Banda de Guerra del Ejercito ensayaba el Happy Birthday To You, que con guaripola y todo tributarían al vate -aunque a lo mejor el preferiría que lo llamara bate, como el beisbol para pegarle el palo al gato y por cierto a otros tantos- el que, para que todo salga de pelos, vía espiritismo sería vocalizado desde ultratumba por esa sueca que le ha denostado y que le impide ganar el Nobel. Dicen que hasta el conejo blanco de Alicia, la liebre, el relojero loco y la misma niña, corrían ayer por la Alameda festejando el no cumpleaños.
Pero nada de eso ocurrió porque Parra no se presentó, y no porque padeciera un ataque del síndrome de Peter Pan, ese que no deja crecer y detesta festejar cumpleaños, sino porque siendo las 11:30 de la mañana del viernes 5 de Septiembre de 2014 en el Juzgado de Garantía de Punta Arenas el ciudadano Nicanor Parra, almidonado y compuesto, a diferencia del ex ministro Mañalich, se presentaba ante el tribunal es que don Nica, si algo tiene, es talante y vocación republicana.
Allí, en un audiencia programada, fue formalizado por un fiscal de apellido “El Poder”, que le comunicó que se investigaba su participación como imputado en los delitos de ofensas al pudor y las buenas costumbres, argumentando que la antipoesía parriana vino a sacudir los cánones de la académica lírica estructurada incorporando una serie de clichés y lugares comunes y, así, cualquiera puede dárselas de poeta. Además le acusó de negligencia y mala praxis poética, prueba de ello es su obra “El Pago de Chile”, la que calificó como un peligro para la salud pública de la población nacional, porque Chile -dijo- es un país de poetas y, en ningún caso, de antipoetas.
Por tales ilícitos, el fiscal pidió como medidas cautelares que se le aplicasen a Parra las de prohibición de acercarse a la escritura y quedar recluido en una casa de lata sin posibilidad de ver el mar. Tales gravosas medidas el fiscal las justificó con que, en caso de ser condenado, Parra se exponía a las penas del infierno, al respecto, agregó, que Don Sata hace ratito que lo está esperando y ya como que se está aburriendo.
El ciudadano Parra, quien no se inmutó ante los hechos guardó un sepulcral silencio. La defensa de don Nica, acorde a su jovialidad, recayó en un defensor penal juvenil, que estaba presto a contra argumentar, incluso se había preparado toda la noche leyendo “Obra Gruesa” y “Los Artefactos”, pero, fue interrumpido, abruptamente por el magistrado, quien hizo un receso en la audiencia porque daban las doce del día y era tiempo de leer el “Hombre Imaginario” en voz alta en todo el país.
Fue la oportunidad para que Nicanor Parra dijera, “Ah no, yo me mando a cambiar”, dicho y hecho agarró sus pilchas y se nos fue nomás.
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