El escritor Roberto Ampuero pasó por Punta Arenas acompañando a Axel Kaiser en su cruzada contra el triunfo de las ideas de izquierda. Estuvieron en el Colegio Alemán, liceo particular pagado, por cierto, y ante un público no muy numeroso pero sí de lo más granado de la derecha magallánica que ahora dicen ser liberales, entre ellos varios ex directores de servicios, ex seremis y ex intendentes del gobierno de Piñera, cuya gestión política regional algunos la caracterizan como un total y rotundo fracaso por la escasa cercanía con la gente, ejemplificada en la movilización del gas y en la paliza que sufrió el sector en las elecciones parlamentarias y presidenciales del año 2013. Como la actividad era pública se me ocurrió asistir, no es que yo sea de derecha, bueno por estos días tampoco me considero de izquierda y menos de centro, en realidad no sé ni dónde estoy parado.
Primero expuso Axel Kaiser, el doble opuesto de Axel Kicillof, porque es igual de dogmático que el ministro de Economía argentino, pero desde la otra orilla, efectuó una presentación en power point entre ocho a diez diapositivas en que mencionó a empresarios exitosos e ideólogos de la derecha mundial que se hicieron millonarios y contribuyeron a generar riqueza, pero, contradictoriamente, no son conocidos más allá que de la puerta de su casa y ni siquiera por quienes de manera natural, por el lugar que ocupan en al estamento social, deberían ser sus más fieles seguidores.
Lo anterior, a diferencia de Karl Marx, a quien lo conocen hasta las mascotas, incluidas por cierto las del recalcitrante momiaje, lo cual, dijo, es signo del triunfo de las ideas de izquierda y Marx, explicó Kaiser, no le trabajó un día a nadie era un intelectual mantenido por Engels y toda su vida se dedicó a escribir a costa de su amigo. La exposición no duró más de 20 minutos, lo cual agradecí, porque después venía la de Ampuero que era la que más quería escuchar.
El escritor relató su experiencia en el gobierno de la UP, en Cuba, en la RDA y su desilusión con las ideas de izquierda, valoró la caída del muro de Berlín pero cuestionó que la izquierda chilena nunca alzara la voz contra el régimen de Honecker y la violación de los derechos humanos en los socialismos reales.
Al terminar las exposiciones vinieron preguntas que, por supuesto, no me atreví a realizar, sin embargo esperé que se fuera gran parte del público para acercarme a Roberto Ampuero, quería regalarle un libro que escribí y aprovechar de preguntarle si así como Axel Kaiser señaló que Marx no le trabajó un día a nadie, sólo escribía, considerando que Ampuero es un intelectual, orgánico le decían en los años 80, con varios libros a su haber, entonces:
-¿Oiga don Roberto, cuándo y dónde ha trabajado usted, porque hasta lo que yo sé obrero no es?-
El escritor se sonrió y me contestó que no había trabajado, después como que se retractó y me expresó que sí había trabajado cuando vivió en Cuba tras el Golpe de Estado en Chile, porque en la isla los chilenos exiliados debían trabajar como obreros en una fábrica, pero, a diferencia de los cubanos, medio día nomás, agregó que él ahí había conocido el sistema y no le gustó, no me quedó claro si no le agradó trabajar o el sistema comunista.
El caso es que fue gentil y cortés hasta me confidenció que le gustaba conversar con gente que pensara diferente e, incluso, siendo Ministro de Cultura de Piñera, llevó de asesor a un amigo que era trotskista. Le autografié el libro, no sin antes afirmarle que no creía que lo leería, me aseguró que para bien o para mal me enviaría los comentarios cosa que todavía espero, como los de varios, eso sí sentado para no cansarme.
Retorné a mi hogar, saqué otro ejemplar del libro y lo fui a dejar a la recepción del hotel donde se hospedaba Axel Kaiser, a riesgo de que pensara que soy un flojo de esos, porque pude colegir de su exposición que para él la escritura y cultivar las ideas no es trabajo, sino hedionda flojera. Pero no tenía de qué preocuparme, no me creo eso del oficio de escritor y de pensador ¡con qué ropa! todas las mañanas llego puntualmente a la pega, tal cual, imagino, que hace nuestro rucio y criollo intelectual liberal.
Primero expuso Axel Kaiser, el doble opuesto de Axel Kicillof, porque es igual de dogmático que el ministro de Economía argentino, pero desde la otra orilla, efectuó una presentación en power point entre ocho a diez diapositivas en que mencionó a empresarios exitosos e ideólogos de la derecha mundial que se hicieron millonarios y contribuyeron a generar riqueza, pero, contradictoriamente, no son conocidos más allá que de la puerta de su casa y ni siquiera por quienes de manera natural, por el lugar que ocupan en al estamento social, deberían ser sus más fieles seguidores.
Lo anterior, a diferencia de Karl Marx, a quien lo conocen hasta las mascotas, incluidas por cierto las del recalcitrante momiaje, lo cual, dijo, es signo del triunfo de las ideas de izquierda y Marx, explicó Kaiser, no le trabajó un día a nadie era un intelectual mantenido por Engels y toda su vida se dedicó a escribir a costa de su amigo. La exposición no duró más de 20 minutos, lo cual agradecí, porque después venía la de Ampuero que era la que más quería escuchar.
El escritor relató su experiencia en el gobierno de la UP, en Cuba, en la RDA y su desilusión con las ideas de izquierda, valoró la caída del muro de Berlín pero cuestionó que la izquierda chilena nunca alzara la voz contra el régimen de Honecker y la violación de los derechos humanos en los socialismos reales.
Al terminar las exposiciones vinieron preguntas que, por supuesto, no me atreví a realizar, sin embargo esperé que se fuera gran parte del público para acercarme a Roberto Ampuero, quería regalarle un libro que escribí y aprovechar de preguntarle si así como Axel Kaiser señaló que Marx no le trabajó un día a nadie, sólo escribía, considerando que Ampuero es un intelectual, orgánico le decían en los años 80, con varios libros a su haber, entonces:
-¿Oiga don Roberto, cuándo y dónde ha trabajado usted, porque hasta lo que yo sé obrero no es?-
El escritor se sonrió y me contestó que no había trabajado, después como que se retractó y me expresó que sí había trabajado cuando vivió en Cuba tras el Golpe de Estado en Chile, porque en la isla los chilenos exiliados debían trabajar como obreros en una fábrica, pero, a diferencia de los cubanos, medio día nomás, agregó que él ahí había conocido el sistema y no le gustó, no me quedó claro si no le agradó trabajar o el sistema comunista.
El caso es que fue gentil y cortés hasta me confidenció que le gustaba conversar con gente que pensara diferente e, incluso, siendo Ministro de Cultura de Piñera, llevó de asesor a un amigo que era trotskista. Le autografié el libro, no sin antes afirmarle que no creía que lo leería, me aseguró que para bien o para mal me enviaría los comentarios cosa que todavía espero, como los de varios, eso sí sentado para no cansarme.
Retorné a mi hogar, saqué otro ejemplar del libro y lo fui a dejar a la recepción del hotel donde se hospedaba Axel Kaiser, a riesgo de que pensara que soy un flojo de esos, porque pude colegir de su exposición que para él la escritura y cultivar las ideas no es trabajo, sino hedionda flojera. Pero no tenía de qué preocuparme, no me creo eso del oficio de escritor y de pensador ¡con qué ropa! todas las mañanas llego puntualmente a la pega, tal cual, imagino, que hace nuestro rucio y criollo intelectual liberal.
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